Los olmos forman parte del
paisaje urbano y llevan compartiendo la vida del hombre desde hace cientos de años. Su porte frondoso aportaba
sombra y frescor a
calles,
plazas y bordes de
caminos y, además, su madera es muy apreciada por su resistencia a la putrefacción y a los golpes.
Este olmo es uno de los últimos representantes que quedan en toda la Comunidad de
Madrid.