VISIONES TENEBROSAS
En aquella noche del mes de agosto, del año 1977, un par de hombres amigos, venidos de la ciudad de Madrid, intentaban subir por una senda, hasta la cima de la llamada Tortuga, había sido una tarde de mucho calor, y en Hoyo de Manzanares se notaba con fuerza, los dos amigos recogieron unas botellas de agua fresca, e iniciaron su ascenso, cada uno con su bastón, más la tarde se fue con su calor terminando, y a los dos amigos les cogió en mitad del recorrido. La noche en aquella subida a la sierra, se hacía dura y casi imposible, las piedras se movían y salían rodando, y la visibilidad era muy poca, los dos amigos pensaron quedarse allí sentados, hasta ver si la luna les iluminaba el trayecto, más entre dudas y soluciones, ya notaban el fresco de su entorno, y sabían que al entrar más la noche, el frío sería mucho mayor. En aquel momento sintieron como si un helicóptero, le tuvieran encima, ya que daba reflejo de luces de colores, y de vez en cuando una ráfaga de luz medio amarillenta, que les deslumbraba. Las dudas y quizá el miedo, les hizo sentirse poco valientes, queriéndose esconder entre las piedras grandes del sendero, para ver que era aquello que no eran capaces de reconocer. Los dos amigos callados y ocultos, comentaron entre ellos, que vacaciones estamos teniendo, más nos hubiera valido quedarnos en Madrid, y así no tendríamos que pasar estos malos ratos. El aparato que fuera, era demasiado rápido, sus maniobras eran de todas formas, y muy ligeras, los dos amigos se sentían indefensos, y sin saber que solución dar a ese imprevisto de la noche. Estuvieron como más de una hora, ocultos entre las piedras de aquella gran subida, que sobre la una de la madrugada, el aparato se alejó rapidísimo, y sin poder contemplar su armadura, ni la forma de su navegación, los dos amigos estuvieron mirando al cielo, como más de una hora, y al sentir el frío de la madrugada, se dispusieron a continuar su ascenso a la colina de La Tortuga. Donde en las horas de la madrugada llegaron, cansados y con mucho miedo, además de destemplados, desde la cima se divisaba Madrid entre brisas, y la zona norte, con todo el Guadarrama y Navacerrada, era una visión maravillosa, las faldas de la sierra parecían emocionarles, a los dos amigos, pero su mirada al horizonte, quedaba sujeta aquel objeto volador, que nunca sabrían cual fue, y con el que tanto miedo pasaron. El retorno hacia Hoyo de Manzanares, ya de día, les parecía una cosa sin importancia, aunque sabían que podían encontrar algún animal salvaje, que les pudiera molestar, como sin tardar mucho lo encontraron, una víbora saliendo entre las piedras graníticas de aquella ladera de la montaña, y que tuvieron que hacerla frente con sus bastones, y dejarla muerta en aquella senda de su camino. Su retorno hasta Madrid, fue de anotar todos los incidentes que sufrieron, estos dos amigos acostumbrados a pasar noches en plena sierra, y a ver subido más veces a La Tortuga, no terminaban de creerse lo sucedido, su caso nunca le hicieron público, y a sus familiares no les contaron su aventura, por no aguantar las criticas familiares de sus noches fuera de casa. Ellos solo sabían que aquel objeto, no podía ser un helicóptero, ya que aunque silbaba al estar encima en el aire, no tenía su diseño, y sus luces, eran de colores más especiales. Además la velocidad que lograba en pocos segundos era de vértigo, Aquel viaje a La Tortuga, sería el último que tenían en mente, ya que al día siguiente, uno de los dos amigos, sufrió un infarto que le causó la muerte radical, sin poder ni recurrir a ningún médico, siendo en su propio domicilio donde el corazón le fallo, sin poder ni avisar a los equipos de urgencias, Nadie puede culpar a la situación pasada, pero hay cosas que el cuerpo humano las lleva encima, como si fuera un archivo. G X Cantalapiedra.
En aquella noche del mes de agosto, del año 1977, un par de hombres amigos, venidos de la ciudad de Madrid, intentaban subir por una senda, hasta la cima de la llamada Tortuga, había sido una tarde de mucho calor, y en Hoyo de Manzanares se notaba con fuerza, los dos amigos recogieron unas botellas de agua fresca, e iniciaron su ascenso, cada uno con su bastón, más la tarde se fue con su calor terminando, y a los dos amigos les cogió en mitad del recorrido. La noche en aquella subida a la sierra, se hacía dura y casi imposible, las piedras se movían y salían rodando, y la visibilidad era muy poca, los dos amigos pensaron quedarse allí sentados, hasta ver si la luna les iluminaba el trayecto, más entre dudas y soluciones, ya notaban el fresco de su entorno, y sabían que al entrar más la noche, el frío sería mucho mayor. En aquel momento sintieron como si un helicóptero, le tuvieran encima, ya que daba reflejo de luces de colores, y de vez en cuando una ráfaga de luz medio amarillenta, que les deslumbraba. Las dudas y quizá el miedo, les hizo sentirse poco valientes, queriéndose esconder entre las piedras grandes del sendero, para ver que era aquello que no eran capaces de reconocer. Los dos amigos callados y ocultos, comentaron entre ellos, que vacaciones estamos teniendo, más nos hubiera valido quedarnos en Madrid, y así no tendríamos que pasar estos malos ratos. El aparato que fuera, era demasiado rápido, sus maniobras eran de todas formas, y muy ligeras, los dos amigos se sentían indefensos, y sin saber que solución dar a ese imprevisto de la noche. Estuvieron como más de una hora, ocultos entre las piedras de aquella gran subida, que sobre la una de la madrugada, el aparato se alejó rapidísimo, y sin poder contemplar su armadura, ni la forma de su navegación, los dos amigos estuvieron mirando al cielo, como más de una hora, y al sentir el frío de la madrugada, se dispusieron a continuar su ascenso a la colina de La Tortuga. Donde en las horas de la madrugada llegaron, cansados y con mucho miedo, además de destemplados, desde la cima se divisaba Madrid entre brisas, y la zona norte, con todo el Guadarrama y Navacerrada, era una visión maravillosa, las faldas de la sierra parecían emocionarles, a los dos amigos, pero su mirada al horizonte, quedaba sujeta aquel objeto volador, que nunca sabrían cual fue, y con el que tanto miedo pasaron. El retorno hacia Hoyo de Manzanares, ya de día, les parecía una cosa sin importancia, aunque sabían que podían encontrar algún animal salvaje, que les pudiera molestar, como sin tardar mucho lo encontraron, una víbora saliendo entre las piedras graníticas de aquella ladera de la montaña, y que tuvieron que hacerla frente con sus bastones, y dejarla muerta en aquella senda de su camino. Su retorno hasta Madrid, fue de anotar todos los incidentes que sufrieron, estos dos amigos acostumbrados a pasar noches en plena sierra, y a ver subido más veces a La Tortuga, no terminaban de creerse lo sucedido, su caso nunca le hicieron público, y a sus familiares no les contaron su aventura, por no aguantar las criticas familiares de sus noches fuera de casa. Ellos solo sabían que aquel objeto, no podía ser un helicóptero, ya que aunque silbaba al estar encima en el aire, no tenía su diseño, y sus luces, eran de colores más especiales. Además la velocidad que lograba en pocos segundos era de vértigo, Aquel viaje a La Tortuga, sería el último que tenían en mente, ya que al día siguiente, uno de los dos amigos, sufrió un infarto que le causó la muerte radical, sin poder ni recurrir a ningún médico, siendo en su propio domicilio donde el corazón le fallo, sin poder ni avisar a los equipos de urgencias, Nadie puede culpar a la situación pasada, pero hay cosas que el cuerpo humano las lleva encima, como si fuera un archivo. G X Cantalapiedra.