UN DÍA DE VERANO SOÑANDO CON ROSAS
Era un pueblo de la sierra madrileña, donde el frío no dejaba crecer las bellas rosas, las flores de los geranios, podían conservarlas metidas en las habitaciones y comedores, de sus casas de piedra. Todos los patios apenas tenían adornos de jardines, tan solo las duras encinas parecían aguantar esas temperaturas tan invernales. Aquel hombre venido de la Castilla Profunda, donde en el mes de enero de cualquier año, los fríos eran muy duros, habiendo días de no superar los cero grados. Se quería sentir cómodo en aquel lugar tan serrano, de la sierra de Madrid. Más aquel domingo del año 2019, en el mes de febrero, quedaron varios amistades para comer en el restaurante del llamado “Chaqueta”. Desde donde a las dos de aquella tarde, la nevada no paro, hasta las seis de la tarde, en aquella comida de vecindad veraniega, donde se ponían algunos detalles para que la urbanización continuara siendo un rincón muy agradable, incluso con los jabalís rompiendo el verde de toda la urbanización. La comida buena y muy respetuosa, incluso con muy buena temperatura dentro del local. Más la nevada seguía creciendo, había que salir de aquel pueblo serrano, donde en ese momento se tenían tan solo un grado bajo cero. Los tejados de sus casas blanqueaban, las calles eran una pista de nieve y hielo, más sus vecinos no se les notaba ninguna clase de frío, estaban acostumbrados a ese clima invernal, donde el sol apenas se ve, ya que por las tardes las montañas cercanas, le tapan a el sol de pleno, antes de las cinco de la tarde, y aquel domingo ya era como se suele decir de noche, El automóvil que conducía el hombre de La Castilla Profunda, tenía una buena capa de nieve sobre su techo maletero y capo. Que en la proximidad de la capital de España, se fue eliminando. Pero hoy en esta fecha de 30 de junio, este hombre de La Castilla Profunda, vio unas rosas rojas preciosas, en un jardín de su comunidad. Que parecían darle la bienvenida, a ese lugar frío y misterioso. Donde jamás encontró flores que le llamaran su atención, y que fueran capaces de alegrarle este día. En estos tiempos tan cambiantes, los invernaderos hacen milagros, y los plásticos bien colocados y calentados, son capaces de ver flores donde apenas la Madre Naturaleza deja sus calores constantes en verano, y los inviernos son largos y fríos, el calzado y la ropa de sus habitantes empadronados allí, son para poder vivir en la Siberia de Rusia. Y atravesar el Polo Norte. Más hoy las rosas se ven presumidas, dichosas, orgullosas, sencillas y vanidosas. ¡Y siempre dirán que bonitas son las rosas ¡. G X Cantalapiedra.
Era un pueblo de la sierra madrileña, donde el frío no dejaba crecer las bellas rosas, las flores de los geranios, podían conservarlas metidas en las habitaciones y comedores, de sus casas de piedra. Todos los patios apenas tenían adornos de jardines, tan solo las duras encinas parecían aguantar esas temperaturas tan invernales. Aquel hombre venido de la Castilla Profunda, donde en el mes de enero de cualquier año, los fríos eran muy duros, habiendo días de no superar los cero grados. Se quería sentir cómodo en aquel lugar tan serrano, de la sierra de Madrid. Más aquel domingo del año 2019, en el mes de febrero, quedaron varios amistades para comer en el restaurante del llamado “Chaqueta”. Desde donde a las dos de aquella tarde, la nevada no paro, hasta las seis de la tarde, en aquella comida de vecindad veraniega, donde se ponían algunos detalles para que la urbanización continuara siendo un rincón muy agradable, incluso con los jabalís rompiendo el verde de toda la urbanización. La comida buena y muy respetuosa, incluso con muy buena temperatura dentro del local. Más la nevada seguía creciendo, había que salir de aquel pueblo serrano, donde en ese momento se tenían tan solo un grado bajo cero. Los tejados de sus casas blanqueaban, las calles eran una pista de nieve y hielo, más sus vecinos no se les notaba ninguna clase de frío, estaban acostumbrados a ese clima invernal, donde el sol apenas se ve, ya que por las tardes las montañas cercanas, le tapan a el sol de pleno, antes de las cinco de la tarde, y aquel domingo ya era como se suele decir de noche, El automóvil que conducía el hombre de La Castilla Profunda, tenía una buena capa de nieve sobre su techo maletero y capo. Que en la proximidad de la capital de España, se fue eliminando. Pero hoy en esta fecha de 30 de junio, este hombre de La Castilla Profunda, vio unas rosas rojas preciosas, en un jardín de su comunidad. Que parecían darle la bienvenida, a ese lugar frío y misterioso. Donde jamás encontró flores que le llamaran su atención, y que fueran capaces de alegrarle este día. En estos tiempos tan cambiantes, los invernaderos hacen milagros, y los plásticos bien colocados y calentados, son capaces de ver flores donde apenas la Madre Naturaleza deja sus calores constantes en verano, y los inviernos son largos y fríos, el calzado y la ropa de sus habitantes empadronados allí, son para poder vivir en la Siberia de Rusia. Y atravesar el Polo Norte. Más hoy las rosas se ven presumidas, dichosas, orgullosas, sencillas y vanidosas. ¡Y siempre dirán que bonitas son las rosas ¡. G X Cantalapiedra.