HOYO DE MANZANARES: ANDANDO POR LA CABILDA...

ANDANDO POR LA CABILDA
Aquel hombre jubilado, con sus ochenta años cumplidos, se le marchaba el cerebro sintiéndose deprimido. Entre sueños y leyendas quiso cambiar su destino, y se marchó por las sendas de tan sufrido camino. Una mañana de octubre con su corazón partido, agarro por la Cabilda que es un parque muy querido. Empezó subiendo piedras, sin reparar el destino, quiso ver a La Tortuga, que es en Hoyo muy temido. Con la mirada perdida, sin apenas soplar viento, iba mirando la cima que siempre da sufrimiento. Subiendo con gran esfuerzo en las piedras se sentaba, eran grandes sus reflejos, aunque su mente fallaba. Hoyo se quedaba lejos, su mirada le temblaba, todo su mundo complejo de esta vida le alejaba. Buscando su luz futura, entre sombras marginadas, aquella mañana oscura muchos recuerdos flotaban. Fue subiendo la Cabilda, sus pasos no retemblaban, él se jugaba su vida y nadie le acompañaba. La altura le daba angustia, pero no se resignaba, sobre su mente fluía una luz que allí brillaba. Entre encinas centenarias y laderas imposibles, fue subiendo esa maraña de senderos hoy visibles. El corazón le marcaba las alturas permitidas, y en su mente se alineaban muchas horas prohibidas. Aquel tan largo sendero, le dejaba sin reservas, en su vivir siempre austero soñó con cosas diversas. El tiempo se fue pasando, el calor deja ceguera, la subida va ofreciendo una carga pendenciera. No quedaba más camino, que atravesar esa sierra, pensó que ser adivino era sufrir en su tierra. El corazón retumbaba, en la cima de esa sierra, el alma se le marchaba antes de besar la tierra. Entre piedras solitarias, con sus temidas veredas, las horas extraordinarias ellas muy solas se enredan. Abrazando a cierta piedra, la muerte le dio ceguera, sin divisar el paisaje ni vivir la primavera. La mente tiene primicias, que suele soñar con fieras, y nunca te da delicias ni te comenta escombreras. La guadaña de la muerte llegó con calor a ciegas, aquel anciano sin suerte muchos recuerdos se pliegan. En Hoyo de Manzanares La Cabilda tiene entregas, en sus muchas soledades son caminos que despliegan. Las encinas son testigos de caminatas en vela, donde quedan los amigos mientras que el tiempo se vuela. Piedras que siguen cerriles, encinas que no son nuevas, los inviernos son afines a las nieves cuando vuelan. Hay mentes que van volando más allá de las estrellas, y en la sierra van buscando las horas quizá más bellas. G X Cantalapiedra.