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HOYO DE MANZANARES: QUISO SUBIR AL PICAZO...

QUISO SUBIR AL PICAZO
Desde niño fue pensando como subir al Picazo, en Hoyo estuvo esperando, su edad sin frenar su plazo. En esa edad tan temprana donde los grillos se sienten, era dura la mañana con los vientos penitentes. La subida en un domingo, con su padre de la mano, sin pensar que es un castigo el escalar como humano. Quiso subir al Picazo y aquel día fue tremendo, las piedras son un zarpazo aunque subir fue sonriendo. Piedras en todas laderas, senderos que son inciertos, donde muchas primaveras parecen brillar entuertos. El Picazo tiene sombras que dejan sueños discretos, muchas tardes hasta asombran con movimientos inquietos. Aquel niño fue soñando entre las brisas de viento, y en la cima fue logrando evitar su sufrimiento. Desde la cima mirando, aquel paisaje de aliento, Hoyo le miro temblando, allí se pasó su tiempo. Su niñez se terminaba, El Picazo fue su templo, ya de mayor siguió amando a sus piedras frente al viento. La memoria sigue viva, El Picazo lleva dentro, y muchas veces se activa para sentirle en su centro. El Picazo de testigo, nos deja su sentimiento, algunos le ven de amigo sin dejarles desaliento. En Hoyo de Manzanares, un grito te deja aliento, con sus eternos lugares que te dan convencimiento. Pueden pasar muchos siglos, podrán azotar los vientos, pedirán guardar sigilos a veces a contratiempos. El Picazo determina la soledad del momento, mucha pena se elimina y con ella el sufrimiento. Mirando sobre su cumbre, el viento deja lamentos, luego la tarde descubre lo que son viejos inventos. La noche viene deprisa, la tarde se va muriendo, la mañana deja brisa que nunca llega sonriendo. El Picazo tiene brillo de ser un pico importante, aunque parece sencillo le ves de cerca arrogante. Aquel niño fue brillante y su vida fue cuidando, teniendo siempre al instante el tiempo que fue estudiando. El Picazo de bandera, para seguir adelante, el niño en su primavera siempre fue buen estudiante. G X Cantalapiedra.