HOYO DE MANZANARES: CUENTAN LAS VIEJAS LEYENDAS...

CUENTAN LAS VIEJAS LEYENDAS
Hace muchos, muchísimos años, que existió un picapedrero famoso en este lugar, que supo dar forma a las piedras graníticas de las canteras de Hoyo de Manzanares, su pasión por el trabajo bien realizado, le dieron fama en aquel contorno de la sierra madrileña. Y fueron muchas personas a realizarle encargos, de piedras para adornos, en sus viviendas de diferentes confines, Fue un hombre fuerte y con unos brazos que pudieron ser verdaderas mazas, su cultura sobre la piedra, era verdaderamente fantástica, y sus grandes emociones eran darle a Hoyo fama de ser cuna de picapedreros. Labrando piedras para iglesias, casas de abolengo, y inclusive escudos heráldicos, de los que hoy en día, se ven adornando muchas fachadas de casas hermosas y cuidadas. Un buen día de aquel verano, llegó un señor en su tartana, tirada por un caballo precioso, e intento que el picapedrero, le hiciera un trabajo fabuloso, quería una estatua del mismo señor, realizada, teniendo de escudo heráldico a sus pies. El de su propio apellido, el hombre picapedrero de Hoyo de Manzanares le explico, que él no era un escultor, sino un labrador de piedras, que tan solo las daba forma. Y que lo él señor quería era demasiado, para su formación en la piedra. Después de un largo rato dialogando aquel hombre convenció al picapedrero, que recibiendo una buena parte del contrato, en su cantera empezó la labor de iniciar aquella escultura. Sobre su mano se extendía un viejo compas, unas reglas antiguas, y cuerdas de cáñamo para sujetar la piedra. Con su herramienta llego a lograr darle forma aquel hombre y su escudo heráldico. Y muchas noches en su soledad se marchaba con un perro labrador, hasta cuidar de dicha obra, en su cantera, la obra diariamente la tapaba con mantas fabricadas en la zona de Hoyo, para que la piedra no sufriera ninguna anomalía. El plazo se cumplió y el hombre aquel de la tartana, llegó con su dinero y su poderío, ya que llevaba un carro de yugo con dos acémilas y un caballo de tiro de raza percherón, y sin ninguna discusión, el picapedrero cobro su contrato, y entre varios hombres, con maderas, y carracas, lograron asegurar tan pesada carga, sobre aquel carro reforzado, echo para llevar cargas pesadas en él. El picapedrero siguió siendo un hombre trabajador a fondo, pero la salud le fue abandonando, y a las 45, años falleció, sus bronquios quizá llenos del polvo de las piedras graníticas de aquella sierra, le adelantaron su muerte. Aunque quedase sobre sus vecinos, la fama de buen trabajador en sus canteras, y con el tiempo pasó al olvido. G X Cantalapiedra.