SE FUE A LA SIERRA
Aquel hombre cansado de vivir en la ciudad de Madrid, en un piso bajo de una calle del centro de la capital, donde día y noche los ruidos eran bastante grandes, los frenazos de los automóviles, le tenían sobresaltado, y las broncas de los energúmenos de turno, le daban muchos problemas de insomnio los fines de semana. Hasta que hablando con su esposa que pensaba lo mismo que él, decidieron marcharse a la sierra de Madrid, a buscar un piso más tranquilo, donde poder escuchar el canto de un gallo, o el rebuznar de un asno en pleno pulmón de esa sierra, donde las encinas parecen no tener prisa por nada. Y ver hermosos caballos en una cerca, y poder saludarnos desde el camino, sin ningún problema. Por fin llegó el matrimonio en su coche, a Hoyo de Manzanares, un pueblo serrano y antes picapedrero, lleno de urbanizaciones con ciertos años, pero sin dudarlo en una de esas urbanizaciones, vieron el piso que ellos querían que fuera su vivienda, y sin demora pronto se hicieron con su propiedad. La vida la tuvieron mucho más sencilla, al ser recién jubilados, tenían todo el tiempo del mundo para pasear, andar por sus calles sin prisa, conocer la historia de ese hoyo dentro de la sierra, caminar por sus senderos perdidos, queriendo conocer sus viejas canteras, y disfrutar paseando camino de La Berzosa, viendo en la lejanía la ciudad de Madrid, entre contaminación y polvo blanco o sea humo. El matrimonio estaba gozando, era una vida de regalo, sin problemas de ruidos ni borrachos. Y otras veces drogadictos folloneros, que solo buscaban su diversión haciendo daño en su camino. Hoyo de Manzanares les enseño su parque de la Cabilda, la libertad de poder gozar de un paisaje de sierra sin barreras ni penumbras, caminar sin prisa para hacer la compra, ver cómo la noche se anticipa, al estar delante del sol el Pico del Picazo. Que parece ser parte de una montaña extendida, ver de cerca las mañanas limpias de contaminación, esperar que el vecino te comente algo de esa tierra de leyendas, y ver pasar esos días del invierno, con tu chimenea de leña, sin pasar ni gota de frío, pensando que la vida no es estar en el centro de una gran ciudad, aguantando carros y carretas, sin poder decir ni palabra, para no ser castigado por decir la verdad. Este matrimonio en Hoyo, empezó a vivir su propia vida sin temores, solo alguna vez oían hablar de los jabalíes que subían desde El Pardo, para tomar posesión del terreno donde a sus abuelos les anularon, y a ellos les seguían para poder comérselos, sin dejarles escarbar en los jardines de algunas urbanizaciones. Que veían el peligro que llevaban en sus fuertes dientes, ya que eran sus defensas ante otros animales o seres humanos. G X Cantalapiedra.
Aquel hombre cansado de vivir en la ciudad de Madrid, en un piso bajo de una calle del centro de la capital, donde día y noche los ruidos eran bastante grandes, los frenazos de los automóviles, le tenían sobresaltado, y las broncas de los energúmenos de turno, le daban muchos problemas de insomnio los fines de semana. Hasta que hablando con su esposa que pensaba lo mismo que él, decidieron marcharse a la sierra de Madrid, a buscar un piso más tranquilo, donde poder escuchar el canto de un gallo, o el rebuznar de un asno en pleno pulmón de esa sierra, donde las encinas parecen no tener prisa por nada. Y ver hermosos caballos en una cerca, y poder saludarnos desde el camino, sin ningún problema. Por fin llegó el matrimonio en su coche, a Hoyo de Manzanares, un pueblo serrano y antes picapedrero, lleno de urbanizaciones con ciertos años, pero sin dudarlo en una de esas urbanizaciones, vieron el piso que ellos querían que fuera su vivienda, y sin demora pronto se hicieron con su propiedad. La vida la tuvieron mucho más sencilla, al ser recién jubilados, tenían todo el tiempo del mundo para pasear, andar por sus calles sin prisa, conocer la historia de ese hoyo dentro de la sierra, caminar por sus senderos perdidos, queriendo conocer sus viejas canteras, y disfrutar paseando camino de La Berzosa, viendo en la lejanía la ciudad de Madrid, entre contaminación y polvo blanco o sea humo. El matrimonio estaba gozando, era una vida de regalo, sin problemas de ruidos ni borrachos. Y otras veces drogadictos folloneros, que solo buscaban su diversión haciendo daño en su camino. Hoyo de Manzanares les enseño su parque de la Cabilda, la libertad de poder gozar de un paisaje de sierra sin barreras ni penumbras, caminar sin prisa para hacer la compra, ver cómo la noche se anticipa, al estar delante del sol el Pico del Picazo. Que parece ser parte de una montaña extendida, ver de cerca las mañanas limpias de contaminación, esperar que el vecino te comente algo de esa tierra de leyendas, y ver pasar esos días del invierno, con tu chimenea de leña, sin pasar ni gota de frío, pensando que la vida no es estar en el centro de una gran ciudad, aguantando carros y carretas, sin poder decir ni palabra, para no ser castigado por decir la verdad. Este matrimonio en Hoyo, empezó a vivir su propia vida sin temores, solo alguna vez oían hablar de los jabalíes que subían desde El Pardo, para tomar posesión del terreno donde a sus abuelos les anularon, y a ellos les seguían para poder comérselos, sin dejarles escarbar en los jardines de algunas urbanizaciones. Que veían el peligro que llevaban en sus fuertes dientes, ya que eran sus defensas ante otros animales o seres humanos. G X Cantalapiedra.