AQUEL JOVEN HACE DOS SIGLOS
El joven con dieciséis años cogió su pequeño equipaje, y una mañana del mes de mayo, aun con bastante frío, salió de Hoyo de Manzanares, con un señor que hacia el recorrido tres veces por semana, hasta la capital del reino, con sus acémilas y su carro. Lugar donde compraba artículos de consumo y demás cosas, que su familia vendía en Hoyo de Manzanares, que entonces era una población pequeña.
Aquel joven en la capital intento buscar un buen empleo, pero era bastante difícil aquellos años, encontrar trabajo sin estar muy especializado, por fin encontró trabajo de cantinero en una pequeña bodega del barrio de Maravillas, lo que hoy en día llaman Malasaña. En dicha bodega tenían un trastero, con una cama de entonces, echa con sacos de paja, y alguna manta de las que llamaban de animales, el joven empezó abrirse camino con su trabajo de cantinero, y muy pronto fue subiendo peldaños, trabajando en una obra donde se colocaban piedras de la sierra madrileña, y el joven conocedor de dicho oficio, heredado de su familia de picapedreros, encontró lo que verdaderamente le gustaba, pasando con el tiempo a ser el maestro de obra de dichas piedras, donde entonces las fachadas de muchas casas de lujo en Madrid, eran revestidas o cimentadas, con piedras de Colmenar Viejo, y otros lugares ya famosos entonces por sus piedras de granito. Aquel joven paso toda su vida en la capital, defendiendo su lugar de maestro en construcciones de piedra.
Algunos días en su propia casa, el solo se preguntaba, que había sido de mi si hubiera continuado mi vida en Hoyo, como me había defendido en el trabajo de mis familiares, incluso se preguntaba, que sería de mi momento actual, si me hubiera dedicado a ser soldado de aquel, ejército español entonces muy mal pagado.
Muchas preguntas que el solo se las hacía en su silencio, y muchas veces el solo se contestaba, hice lo mejor que pude en aquel duro momento, y así continuo su vida trabajando, hasta su vejez.
Que entonces no tenía ninguna clase de subsidio de jubilación, y solo su familia o sus ahorros le daban para subsistir, en aquellos años donde la edad del hombre o la mujer, era tristeza y pobreza, hasta que terminaban sus días en este mundo.
G X Cantalapiedra.
El joven con dieciséis años cogió su pequeño equipaje, y una mañana del mes de mayo, aun con bastante frío, salió de Hoyo de Manzanares, con un señor que hacia el recorrido tres veces por semana, hasta la capital del reino, con sus acémilas y su carro. Lugar donde compraba artículos de consumo y demás cosas, que su familia vendía en Hoyo de Manzanares, que entonces era una población pequeña.
Aquel joven en la capital intento buscar un buen empleo, pero era bastante difícil aquellos años, encontrar trabajo sin estar muy especializado, por fin encontró trabajo de cantinero en una pequeña bodega del barrio de Maravillas, lo que hoy en día llaman Malasaña. En dicha bodega tenían un trastero, con una cama de entonces, echa con sacos de paja, y alguna manta de las que llamaban de animales, el joven empezó abrirse camino con su trabajo de cantinero, y muy pronto fue subiendo peldaños, trabajando en una obra donde se colocaban piedras de la sierra madrileña, y el joven conocedor de dicho oficio, heredado de su familia de picapedreros, encontró lo que verdaderamente le gustaba, pasando con el tiempo a ser el maestro de obra de dichas piedras, donde entonces las fachadas de muchas casas de lujo en Madrid, eran revestidas o cimentadas, con piedras de Colmenar Viejo, y otros lugares ya famosos entonces por sus piedras de granito. Aquel joven paso toda su vida en la capital, defendiendo su lugar de maestro en construcciones de piedra.
Algunos días en su propia casa, el solo se preguntaba, que había sido de mi si hubiera continuado mi vida en Hoyo, como me había defendido en el trabajo de mis familiares, incluso se preguntaba, que sería de mi momento actual, si me hubiera dedicado a ser soldado de aquel, ejército español entonces muy mal pagado.
Muchas preguntas que el solo se las hacía en su silencio, y muchas veces el solo se contestaba, hice lo mejor que pude en aquel duro momento, y así continuo su vida trabajando, hasta su vejez.
Que entonces no tenía ninguna clase de subsidio de jubilación, y solo su familia o sus ahorros le daban para subsistir, en aquellos años donde la edad del hombre o la mujer, era tristeza y pobreza, hasta que terminaban sus días en este mundo.
G X Cantalapiedra.