CUENTO O LEYENDA DE LOS JABALIS RECLAMANDO
Dicen algunas leyendas que en Hoyo de Manzanares, los jabalís demostraron su unidad y defensa de su territorio, eran barrios construidos después de la Guerra incivil española, y sus piscinas y campos de recreo se habían hecho sobre terreno que hace siglos les pertenecía a esos animales salvajes, que fueron desalojados sin contemplaciones, y mandados hacia el Monte del Pardo, donde parece que fueron protegidos y algunos aniquilados para que no aumentase su población, Más parece ser que un buen día, el jabalí jefe de sus manadas, decidió llamarles a cita urgente, y les comentó el grave problema que tenían en sus encinares. Los jabalís decidieron atacar por las noches dichos barrios de esa localidad, y sus colmillos que parecían de acero inoxidable se pusieron en marcha, parece ser que algunos perros murieron en tan feroz ataque, al intentar frenar esa legión de jabalís hambrientos, que solo exigían volver a ocupar esas tierras de encinares, donde hace siglos sus antepasados vivieron sin demasiados problemas. Las manadas de esos animales atacaban en grupos feroces, rompiendo vallas y alambradas, y llevando el terror a esos barrios casi nuevos, donde se daban cuenta de sus reclamaciones, Los vecinos de dichos barrios de al lado del Picazo, y La Tortuga, se temieron lo peor, sus rugidos eran feroces, arrasando jardines y otras decoraciones de sus bloques de viviendas, incluso las puertas de madera cedían a su paso, sin subir a los pisos, más los vecinos viendo desde sus balcones y ventanas como todo a su vista era arrasado, a la voz de aquel jefe de jabalís, que tendría sus 100, kilos de peso, y una fuerza acumulada feroz, rompiendo a su paso señales y papeleras sin miedo a nada, incluso un drogata que permanecía sentado en un banco drogándose fuera de su portal, fue arrojado sin contemplaciones a más de cinco metros de donde estaba fumando sus porros, y cayendo al lado de una piscina, donde bebieron los jabalís, y siguieron su trayecto de destrucción, mientras el teléfono móvil del drogata era machacado y tirado al fondo de dicha piscina del Picazo. Parece ser que aquella noche dejó su huella, y muchos vecinos abandonaron el territorio al verse inseguros. Y esperando nuevos ataques de esa jauría jabalinera, que tanto terror les había dejado, los vecinos al meterse el Sol se introducían en sus casas con el miedo en el cuerpo, y muchas personas pusieron en venta sus viviendas por el terror vivido aquella noche que, hasta los drogatas, vieron el infierno mucho más cerca. Algunos humanos no quieren comentarlo, pero en su mente están pendientes de un futuro ataque más organizado, y el drogata comentó, Que se vayan al Pardo allí está su sitio.
G X Cantalapiedra.
Dicen algunas leyendas que en Hoyo de Manzanares, los jabalís demostraron su unidad y defensa de su territorio, eran barrios construidos después de la Guerra incivil española, y sus piscinas y campos de recreo se habían hecho sobre terreno que hace siglos les pertenecía a esos animales salvajes, que fueron desalojados sin contemplaciones, y mandados hacia el Monte del Pardo, donde parece que fueron protegidos y algunos aniquilados para que no aumentase su población, Más parece ser que un buen día, el jabalí jefe de sus manadas, decidió llamarles a cita urgente, y les comentó el grave problema que tenían en sus encinares. Los jabalís decidieron atacar por las noches dichos barrios de esa localidad, y sus colmillos que parecían de acero inoxidable se pusieron en marcha, parece ser que algunos perros murieron en tan feroz ataque, al intentar frenar esa legión de jabalís hambrientos, que solo exigían volver a ocupar esas tierras de encinares, donde hace siglos sus antepasados vivieron sin demasiados problemas. Las manadas de esos animales atacaban en grupos feroces, rompiendo vallas y alambradas, y llevando el terror a esos barrios casi nuevos, donde se daban cuenta de sus reclamaciones, Los vecinos de dichos barrios de al lado del Picazo, y La Tortuga, se temieron lo peor, sus rugidos eran feroces, arrasando jardines y otras decoraciones de sus bloques de viviendas, incluso las puertas de madera cedían a su paso, sin subir a los pisos, más los vecinos viendo desde sus balcones y ventanas como todo a su vista era arrasado, a la voz de aquel jefe de jabalís, que tendría sus 100, kilos de peso, y una fuerza acumulada feroz, rompiendo a su paso señales y papeleras sin miedo a nada, incluso un drogata que permanecía sentado en un banco drogándose fuera de su portal, fue arrojado sin contemplaciones a más de cinco metros de donde estaba fumando sus porros, y cayendo al lado de una piscina, donde bebieron los jabalís, y siguieron su trayecto de destrucción, mientras el teléfono móvil del drogata era machacado y tirado al fondo de dicha piscina del Picazo. Parece ser que aquella noche dejó su huella, y muchos vecinos abandonaron el territorio al verse inseguros. Y esperando nuevos ataques de esa jauría jabalinera, que tanto terror les había dejado, los vecinos al meterse el Sol se introducían en sus casas con el miedo en el cuerpo, y muchas personas pusieron en venta sus viviendas por el terror vivido aquella noche que, hasta los drogatas, vieron el infierno mucho más cerca. Algunos humanos no quieren comentarlo, pero en su mente están pendientes de un futuro ataque más organizado, y el drogata comentó, Que se vayan al Pardo allí está su sitio.
G X Cantalapiedra.