Está delimitado por la
calle de Enrique D’Almonte, la avenida de Alcalde Sáinz de Baranda y la M-30, llegando hasta la calle de Alcalá y el
puente de Ventas siguiendo paralelo a la M-30 al unirse a los
Jardines Sancho Dávila.
Tiene una extensión de más de 13 hectáreas (con los Jardines Sancho Dávila). Los Jardines Sancho Dávila se incorporaron a la
Fuente del Berro en mayo de 1968.
Ocupa los terrenos de lo que en principio fue la Quinta de Miraflores, encargada por Felipe IV como un nuevo real sitio. En diciembre de 1630, Felipe IV adquirió por 32.000 ducados la
finca, que contenía una
casa con jardines,
huertas, tierras de labor, viñas y frondosas arboledas compuestas de gran cantidad de
árboles frutales,
cipreses, álamos y moreras, que gracias al arroyo Abroñigal era extraordinariamente rica en
aguas, que se aprovechaban para sus
fuentes y estanques. La finca fue cedida en 1640 a unos monjes benedictinos castellanos expulsados del
monasterio de Montserrat por motivo del levantamiento contra el poder real, si bien la corona se reservó el derecho de utilización del
agua que se transportaba a
palacio a lomos de burros.
En 1703 fue comprada por María Trimiño Vázquez de Coronado, adelantada de
Costa Rica quien realizó mejoras en las conducciones de agua y de riego fundamentalmente para regar las huertas. Años más tarde legó la finca a la Obra Pía de los Padres Mercedarios Calzados, si bien la corona seguía reservándose el derecho sobre sus aguas y el mantenimiento de la fuente. El rey Carlos III mandó proteger la fuente con una casilla, con lo que empezó a denominarse fuente del Rey. El agua de la fuente del Berro fue considerada por la
familia real española, desde Mariana de
Austria, como una de las mejores de
Madrid, tan valorado llegó a ser su líquido elemento como para que, en 1688, la reina ordenase que toda el agua destinada a su consumo procediese de ella, nombrando un aguador y un ayudante encargados de recogerla y transportarla hasta palacio.
Martín Estenoz adquiere la finca en mayo de 1800, salvo la casa y la fuente del Rey, y comienza a levantar la tapia de la finca, cuyo perímetro será el definitivo. A finales del siglo XIX sufre una transformación radical para convertirse en un
parque de recreo denominado los Nuevos
Campos Elíseos.
Los Nuevos Campos Elíseos, fueron abiertos en 1900 y constituían lo que hoy denominaríamos un parque de atracciones, que contaba con una
torre-
mirador, una
montaña rusa, caballitos, un velódromo, una sala de tiro al blanco, una ría con su estanque y
cascada, invernaderos y un
restaurante de lujo que se instaló en el antiguo palacete ya existente. Sin embargo, este parque de atracciones dejó de funcionar a los dos años.
A partir de este momento el terreno pasa por numerosos propietarios hasta 1948, cuando es adquirido por el
Ayuntamiento de Madrid y comienzan las obras de acondicionamiento del
jardín y la restauración del palacete para Instituto y
Museo Arqueológico Municipal, abriéndose al público en 1954. En ese tiempo su superficie era de 79.000 metros cuadrados, reduciéndose a las actuales 7,4 hectáreas por el trazado de la M-30 en la década de 1970.
Entre los elementos más destacados se encuentran el
monumento a Gustavo Adolfo Bécquer, la
estatua dedicada al escritor ruso Pushkin, una fuente con un gran jarrón de
piedra junto a la entrada de Enrique D’Almonte, una cascada y un par de pequeños estanques, además del antiguo Palacete (hoy día
Centro Cultural Quinta del Berro). El parque tiene un total de seis entradas.
Fue declarado jardín histórico-
artístico el 4 de enero de 1941.