viernes 3 de septiembre de 2010
El Palacio de Cañete y su jardín
El Palacio de Cañete, también llamado del Marqués de Camarasa, se encuentra casi listo para su reapertura, después de más de dos años de obras, destinadas a acondicionarlo como un nuevo espacio cultural del Madrid de los Austrias.
Este viejo caserón tardorrenacentista, situado en el número 69 de la Calle Mayor, forma parte del conjunto de edificios de titularidad municipal que hay distribuidos en el entorno de la Plaza de la Villa, entre los que figuran, además del palacio, inmuebles tan emblemáticos como la Casa de Cisneros y la Casa de la Villa.
Con el traslado del Ayuntamiento de Madrid al Palacio de Comunicaciones, todas estas dependencias perderán la función administrativa que tenían hasta ahora para ser utilizadas con fines preferentemente culturales y museísticos.
Según ha anunciado el propio consistorio, el Palacio de Cañete contará con una biblioteca, una sala de exposiciones y un salón de conferencias, al tiempo que será la sede permanente de la Casa Sefarad Israel, institución a la que han sido cedidos aproximadamente 1.400 metros cuadrados.
Un poco de historia
El palacio se comenzó a construir a finales del siglo XVI, si bien las obras se extendieron a los primeros años del siglo XVII.
Desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIX, ha sido usado como residencia nobiliaria. Aquí vivió el Marqués de Falces y de Cañete en el siglo XVIII y, posteriormente, el Marqués de Camarasa, quien promovió algunas reformas en el año 1817.
En 1849, el edificio se convirtió en la sede del Gobierno Civil, una institución actualmente desaparecida.
En 1985, el Ministerio del Interior lo traspasó al Ayuntamiento de Madrid, que lo utilizó como oficinas. Su puesta en marcha como espacio cultural está prevista para el otoño de 2010.
El Palacio de Cañete y su jardín
El Palacio de Cañete, también llamado del Marqués de Camarasa, se encuentra casi listo para su reapertura, después de más de dos años de obras, destinadas a acondicionarlo como un nuevo espacio cultural del Madrid de los Austrias.
Este viejo caserón tardorrenacentista, situado en el número 69 de la Calle Mayor, forma parte del conjunto de edificios de titularidad municipal que hay distribuidos en el entorno de la Plaza de la Villa, entre los que figuran, además del palacio, inmuebles tan emblemáticos como la Casa de Cisneros y la Casa de la Villa.
Con el traslado del Ayuntamiento de Madrid al Palacio de Comunicaciones, todas estas dependencias perderán la función administrativa que tenían hasta ahora para ser utilizadas con fines preferentemente culturales y museísticos.
Según ha anunciado el propio consistorio, el Palacio de Cañete contará con una biblioteca, una sala de exposiciones y un salón de conferencias, al tiempo que será la sede permanente de la Casa Sefarad Israel, institución a la que han sido cedidos aproximadamente 1.400 metros cuadrados.
Un poco de historia
El palacio se comenzó a construir a finales del siglo XVI, si bien las obras se extendieron a los primeros años del siglo XVII.
Desde sus orígenes hasta mediados del siglo XIX, ha sido usado como residencia nobiliaria. Aquí vivió el Marqués de Falces y de Cañete en el siglo XVIII y, posteriormente, el Marqués de Camarasa, quien promovió algunas reformas en el año 1817.
En 1849, el edificio se convirtió en la sede del Gobierno Civil, una institución actualmente desaparecida.
En 1985, el Ministerio del Interior lo traspasó al Ayuntamiento de Madrid, que lo utilizó como oficinas. Su puesta en marcha como espacio cultural está prevista para el otoño de 2010.
Descripción general
Fachada meridional y jardín
El Palacio de Cañete ocupa una manzana entera, delimitada al norte por la Calle Mayor, donde se encuentra el acceso principal, al sur por la Calle del Sacramento, al oeste por la Calle de la Traviesa y al este por la Calle del Duque de Nájera.
En consonancia con las corrientes artísticas imperantes en el momento de su construcción, fue levantado siguiendo el modelo palaciego de los Austrias, un estándar arquitectónico de clara influencia herreriana, con el que fueron erigidas las residencias nobiliarias madrileñas de los siglos XVI y XVII.
En líneas generales, el citado prototipo queda definido por un trazado de planta cuadrangular, dos o más alturas de órdenes, portadas manieristas y torres con chapiteles, en las esquinas.
La mayor parte de estos rasgos son visibles en la actual configuración del palacio, a pesar de las transformaciones que éste ha sufrido con el paso del tiempo.
Incluso la remodelación llevada a cabo en 1817, que puede ser considerada como la más importante en la historia del edificio, fue muy respetuosa con la fisonomía original.
Estas obras fueron realizadas por el arquitecto Fermín Pilar Díez, quien optó por mantener las torres laterales de la fachada principal, a diferencia de otras reformas de palacios históricos acometidas en el siglo XIX.
Es el caso del cercano Palacio del Duque de Abrantes, en el número 86 de la Calle Mayor, que perdió sus torreones a finales del siglo XIX
Fachada meridional y jardín
El Palacio de Cañete ocupa una manzana entera, delimitada al norte por la Calle Mayor, donde se encuentra el acceso principal, al sur por la Calle del Sacramento, al oeste por la Calle de la Traviesa y al este por la Calle del Duque de Nájera.
En consonancia con las corrientes artísticas imperantes en el momento de su construcción, fue levantado siguiendo el modelo palaciego de los Austrias, un estándar arquitectónico de clara influencia herreriana, con el que fueron erigidas las residencias nobiliarias madrileñas de los siglos XVI y XVII.
En líneas generales, el citado prototipo queda definido por un trazado de planta cuadrangular, dos o más alturas de órdenes, portadas manieristas y torres con chapiteles, en las esquinas.
La mayor parte de estos rasgos son visibles en la actual configuración del palacio, a pesar de las transformaciones que éste ha sufrido con el paso del tiempo.
Incluso la remodelación llevada a cabo en 1817, que puede ser considerada como la más importante en la historia del edificio, fue muy respetuosa con la fisonomía original.
Estas obras fueron realizadas por el arquitecto Fermín Pilar Díez, quien optó por mantener las torres laterales de la fachada principal, a diferencia de otras reformas de palacios históricos acometidas en el siglo XIX.
Es el caso del cercano Palacio del Duque de Abrantes, en el número 86 de la Calle Mayor, que perdió sus torreones a finales del siglo XIX
Fachada septentrional, en la Calle Mayor.
Por su fecha de construcción, el inmueble está más cercano al estilo herreriano que al barroco. De ahí la casi total ausencia de ornamentación, hasta el punto de prescindir de los órdenes clásicos en el recubrimiento de los vanos, que quedan conformados por simples estructuras adinteladas.
La sencillez es también la característica dominante en la portada principal, aunque, en este caso, sí que cabe hablar de rasgos arquitectónicos de cierta elaboración, como las pilastras dóricas que dan forma al acceso y el entablamento con triglifos, ubicado en la parte superior.
Un aspecto singular de la portada es su situación lateralizada, en la base de una de las torres y no en el punto central de la fachada, lo que introduce una nota de asimetría, poco habitual en la arquitectura palaciega del Madrid de los siglos XVI y XVII.
No ocurre lo mismo en lo que respecta a los otros elementos de la fachada, todos ellos dispuestos simétricamente, empezando por las dos torres laterales, continuando con los vanos y concluyendo con los balcones salientes y el escudo labrado en piedra del primer piso, elementos, estos últimos, incorporados durante la reforma de principios del siglo XIX.
El edificio se alza sobre un terreno desnivelado, razón por la cual presenta únicamente dos plantas en su flanco septentrional (sin contar las torres) y tres por el meridional. Está hecho en ladrillo visto, con zócalo de piedra de granito.
El jardín de la Calle del Sacramento
A los pies de la fachada sur, hacia la Calle del Sacramento, se extiende un pequeño jardín de planta cuadrangular, que podrá ser visitado por el público en horarios determinados, una vez que el palacio sea inaugurado como espacio cultural.
Con tal motivo, se ha derribado la tapia de ladrillo que lo ocultaba a la vista, sustituyéndola por una moderna verja metálica, que permite su contemplación desde la vía pública. El trazado y los elementos ornamentales también han sido modificados, en aras de garantizar el mayor rigor histórico posible.
Debe tenerse en cuenta que, durante los años en los que el edificio tuvo un uso administrativo, el jardín tenía una configuración asimétrica, resultado de las diferentes intervenciones efectuadas en el siglo XX, con una finalidad más funcional que estética.
La existencia de una calle lateral, que estaba conectada con el exterior a través de una puerta de garaje, o de una caseta adosada a la tapia se explica en estos términos.
Por su fecha de construcción, el inmueble está más cercano al estilo herreriano que al barroco. De ahí la casi total ausencia de ornamentación, hasta el punto de prescindir de los órdenes clásicos en el recubrimiento de los vanos, que quedan conformados por simples estructuras adinteladas.
La sencillez es también la característica dominante en la portada principal, aunque, en este caso, sí que cabe hablar de rasgos arquitectónicos de cierta elaboración, como las pilastras dóricas que dan forma al acceso y el entablamento con triglifos, ubicado en la parte superior.
Un aspecto singular de la portada es su situación lateralizada, en la base de una de las torres y no en el punto central de la fachada, lo que introduce una nota de asimetría, poco habitual en la arquitectura palaciega del Madrid de los siglos XVI y XVII.
No ocurre lo mismo en lo que respecta a los otros elementos de la fachada, todos ellos dispuestos simétricamente, empezando por las dos torres laterales, continuando con los vanos y concluyendo con los balcones salientes y el escudo labrado en piedra del primer piso, elementos, estos últimos, incorporados durante la reforma de principios del siglo XIX.
El edificio se alza sobre un terreno desnivelado, razón por la cual presenta únicamente dos plantas en su flanco septentrional (sin contar las torres) y tres por el meridional. Está hecho en ladrillo visto, con zócalo de piedra de granito.
El jardín de la Calle del Sacramento
A los pies de la fachada sur, hacia la Calle del Sacramento, se extiende un pequeño jardín de planta cuadrangular, que podrá ser visitado por el público en horarios determinados, una vez que el palacio sea inaugurado como espacio cultural.
Con tal motivo, se ha derribado la tapia de ladrillo que lo ocultaba a la vista, sustituyéndola por una moderna verja metálica, que permite su contemplación desde la vía pública. El trazado y los elementos ornamentales también han sido modificados, en aras de garantizar el mayor rigor histórico posible.
Debe tenerse en cuenta que, durante los años en los que el edificio tuvo un uso administrativo, el jardín tenía una configuración asimétrica, resultado de las diferentes intervenciones efectuadas en el siglo XX, con una finalidad más funcional que estética.
La existencia de una calle lateral, que estaba conectada con el exterior a través de una puerta de garaje, o de una caseta adosada a la tapia se explica en estos términos.