EL MUNDO, Madrid, 4. September 2005
CRONICA
RETRATO / CASI SEGURA CANCILLER
LA DAMA DE HIERRO ALEMANA
GERD LANGGUTH, autor de la última biografía de Angela Merkel, retrata para
CRONICA a la que, según los sondeos, está llamada a ser la primera mujer
canciller. Una adicta a la droga del poder
GERD LANGGUTH
Quién es esta mujer que, cuando cayó el Muro de Berlín, en 1989, ya tenía 35
años? Como el Fénix, renació inexorablemente de las cenizas de la derrumbada
RDA (República Democrática Alemana). ¿Cómo es posible que esta alemana
oriental, hija de un párroco, sólo un año después de emprender su actividad
política en un movimiento ciudadano de la RDA llegara al primer parlamento
de la Alemania unificada e inmediatamente ascendiera a miembro del Gabinete
de la Mujer y la Juventud del gobierno de Helmut Kohl?
En Alemania, para mucha gente era como una esfinge: una conocida
desconocida. Algunos alemanes orientales la consideraban alemana occidental,
pero para la mayoría de los alemanes occidentales seguía siendo una alemana
del Este. Según pronostican todos los sondeos, Merkel podría convertirse en
la primera mujer que ocupa el cargo de canciller de Alemania.
La separación de Alemania forma parte de la biografía de Angela Merkel.
Pocas fechas la representan con más exactitud que el 13 de agosto de 1961. A
primera hora de la mañana, los grupos de combate, la Policía Popular y el
Ejército Popular Nacional empezaron a construir el Muro de Berlín. El «Muro
de Protección Antifascista», denominación oficial de la Alemania comunista,
separó a los habitantes del Este y el Oeste, destrozando familias. Como la de
un párroco del noroeste de la Marca de Brandenburgo, concretamente de
Templin, a una hora en coche de Berlín. Aquel 13 de agosto, Horst Kasner
decía misa en su parroquia cuando Herlind, su mujer, procedente de Hamburgo,
se sentó en el banco y se echó a llorar. Tardaría 23 años en obtener permiso
para viajar al Oeste: fue al entierro de su madre. Al menos, así lo relata
Angela, la hija de Herlind Kasner, que contaba siete años entonces. La
construcción del Muro, afirma, es su «primer recuerdo de un acontecimiento
político».
Cuarenta y cuatro años después, la división de Alemania pertenece a la
Historia, al menos oficialmente, pero sus efectos siguen siendo, si no
inmediatos, perceptibles. Aquella Angela Dorothea Kasner lleva ahora el
apellido de Ulrich Merkel, su primer marido, quien, como ella, estudió
Físicas en la Universidad de Leipzig. Pero, ¿cuáles son las ideas políticas
de la actual presidenta de la Unión Cristiano Demócrata y a la vez
presidenta del grupo parlamentario Cristiano Demócrata del Congreso alemán?
Su pasado marcado por la separación alemana, su biografía intragermánica y,
sobre todo, su vida como hija de un párroco explican muchas facetas de su
personalidad. Nació el 17 de julio de 1954 en la ciudad occidental de
Hamburgo, pero cuando tenía tres semanas la llevaron a Quitzow, un pueblo de
300 habitantes en la comarca brandenburguesa de Prignitz, en la Alemania del
Este. Allí, tras estudiar Teología en Hamburgo, Horst Kasner obtuvo su
primera parroquia.
Tres años después, se trasladó a Templin, en la Marca de
Brandenburgo. Saltaba a la vista que se trataba de un viaje contra
corriente. Sólo durante los cinco primeros meses del año en que nació Angela
Merkel, alrededor de 180.000 personas dejaron la «ciudad de trabajadores y
campesinos». Pero en la RDA, donde las iglesias se consideraban una reliquia
de una estructura social burguesa y «reaccionaria» escaseaban cada vez más
los párrocos y algunos tomaron la decisión de ir del Oeste al Este.
Desde 1958, Kasner dirigió el llamado Pastoralkolleg de Templin, una
institución de formación para párrocos evangélicos y, a la vez, una especie
de centro espiritual de su iglesia. Más adelante lo apodarían Kasner el
Rojo, porque intentó llegar a un acuerdo con el Gobierno de la RDA e incluso
formó parte de la junta directiva de una hermandad de párrocos que
colaboraban con las autoridades estatales, el Weißenseer Arbeitskreis,
creado a instancias de los cuerpos de seguridad del Estado. Sin duda, la
casa de los padres de Angela Merkel constituía un entorno muy politizado.
Según explica la propia Angela Merkel y confirman sus compañeros de
estudios, en conjunto tuvo una juventud feliz. Pero no tardó en darse cuenta
de que en un Estado ateo ni los profesores ni los otros alumnos trataban
igual a la hija de un párroco que a los «hijos de los trabajadores», tan
apreciados por el Partido del Socialismo Unificado (SED). En retrospectiva,
esta circunstancia no constituyó en modo alguno una desventaja. No en vano,
Herlind, su madre, profesora de inglés y latín, quien, en su calidad de
esposa de un pastor no tenía derecho a trabajar en el sistema de enseñanza
público, le repetía una y otra vez a Angela que al ser hija de un párroco
debía ser mejor que los demás. De lo contrario no podría estudiar en la
«ciudad de los obreros».
Salta a la vista que este afán por superar al resto impulsó a Angela Merkel
desde muy pronto. Como declaró un antiguo profesor suyo, era una «anomalía»,
una «alumna ideal». Obtuvo excelentes notas en la mayoría de las asignaturas
(con excepción del deporte), pero no era una «empollona» en el sentido más
negativo. Dejaba, por ejemplo, los apuntes a sus compañeros.
CRONICA
RETRATO / CASI SEGURA CANCILLER
LA DAMA DE HIERRO ALEMANA
GERD LANGGUTH, autor de la última biografía de Angela Merkel, retrata para
CRONICA a la que, según los sondeos, está llamada a ser la primera mujer
canciller. Una adicta a la droga del poder
GERD LANGGUTH
Quién es esta mujer que, cuando cayó el Muro de Berlín, en 1989, ya tenía 35
años? Como el Fénix, renació inexorablemente de las cenizas de la derrumbada
RDA (República Democrática Alemana). ¿Cómo es posible que esta alemana
oriental, hija de un párroco, sólo un año después de emprender su actividad
política en un movimiento ciudadano de la RDA llegara al primer parlamento
de la Alemania unificada e inmediatamente ascendiera a miembro del Gabinete
de la Mujer y la Juventud del gobierno de Helmut Kohl?
En Alemania, para mucha gente era como una esfinge: una conocida
desconocida. Algunos alemanes orientales la consideraban alemana occidental,
pero para la mayoría de los alemanes occidentales seguía siendo una alemana
del Este. Según pronostican todos los sondeos, Merkel podría convertirse en
la primera mujer que ocupa el cargo de canciller de Alemania.
La separación de Alemania forma parte de la biografía de Angela Merkel.
Pocas fechas la representan con más exactitud que el 13 de agosto de 1961. A
primera hora de la mañana, los grupos de combate, la Policía Popular y el
Ejército Popular Nacional empezaron a construir el Muro de Berlín. El «Muro
de Protección Antifascista», denominación oficial de la Alemania comunista,
separó a los habitantes del Este y el Oeste, destrozando familias. Como la de
un párroco del noroeste de la Marca de Brandenburgo, concretamente de
Templin, a una hora en coche de Berlín. Aquel 13 de agosto, Horst Kasner
decía misa en su parroquia cuando Herlind, su mujer, procedente de Hamburgo,
se sentó en el banco y se echó a llorar. Tardaría 23 años en obtener permiso
para viajar al Oeste: fue al entierro de su madre. Al menos, así lo relata
Angela, la hija de Herlind Kasner, que contaba siete años entonces. La
construcción del Muro, afirma, es su «primer recuerdo de un acontecimiento
político».
Cuarenta y cuatro años después, la división de Alemania pertenece a la
Historia, al menos oficialmente, pero sus efectos siguen siendo, si no
inmediatos, perceptibles. Aquella Angela Dorothea Kasner lleva ahora el
apellido de Ulrich Merkel, su primer marido, quien, como ella, estudió
Físicas en la Universidad de Leipzig. Pero, ¿cuáles son las ideas políticas
de la actual presidenta de la Unión Cristiano Demócrata y a la vez
presidenta del grupo parlamentario Cristiano Demócrata del Congreso alemán?
Su pasado marcado por la separación alemana, su biografía intragermánica y,
sobre todo, su vida como hija de un párroco explican muchas facetas de su
personalidad. Nació el 17 de julio de 1954 en la ciudad occidental de
Hamburgo, pero cuando tenía tres semanas la llevaron a Quitzow, un pueblo de
300 habitantes en la comarca brandenburguesa de Prignitz, en la Alemania del
Este. Allí, tras estudiar Teología en Hamburgo, Horst Kasner obtuvo su
primera parroquia.
Tres años después, se trasladó a Templin, en la Marca de
Brandenburgo. Saltaba a la vista que se trataba de un viaje contra
corriente. Sólo durante los cinco primeros meses del año en que nació Angela
Merkel, alrededor de 180.000 personas dejaron la «ciudad de trabajadores y
campesinos». Pero en la RDA, donde las iglesias se consideraban una reliquia
de una estructura social burguesa y «reaccionaria» escaseaban cada vez más
los párrocos y algunos tomaron la decisión de ir del Oeste al Este.
Desde 1958, Kasner dirigió el llamado Pastoralkolleg de Templin, una
institución de formación para párrocos evangélicos y, a la vez, una especie
de centro espiritual de su iglesia. Más adelante lo apodarían Kasner el
Rojo, porque intentó llegar a un acuerdo con el Gobierno de la RDA e incluso
formó parte de la junta directiva de una hermandad de párrocos que
colaboraban con las autoridades estatales, el Weißenseer Arbeitskreis,
creado a instancias de los cuerpos de seguridad del Estado. Sin duda, la
casa de los padres de Angela Merkel constituía un entorno muy politizado.
Según explica la propia Angela Merkel y confirman sus compañeros de
estudios, en conjunto tuvo una juventud feliz. Pero no tardó en darse cuenta
de que en un Estado ateo ni los profesores ni los otros alumnos trataban
igual a la hija de un párroco que a los «hijos de los trabajadores», tan
apreciados por el Partido del Socialismo Unificado (SED). En retrospectiva,
esta circunstancia no constituyó en modo alguno una desventaja. No en vano,
Herlind, su madre, profesora de inglés y latín, quien, en su calidad de
esposa de un pastor no tenía derecho a trabajar en el sistema de enseñanza
público, le repetía una y otra vez a Angela que al ser hija de un párroco
debía ser mejor que los demás. De lo contrario no podría estudiar en la
«ciudad de los obreros».
Salta a la vista que este afán por superar al resto impulsó a Angela Merkel
desde muy pronto. Como declaró un antiguo profesor suyo, era una «anomalía»,
una «alumna ideal». Obtuvo excelentes notas en la mayoría de las asignaturas
(con excepción del deporte), pero no era una «empollona» en el sentido más
negativo. Dejaba, por ejemplo, los apuntes a sus compañeros.