El castillo se realiza en el último tercio del siglo XV, en un momento en el que la construcción de fortalezas, con la Reconquista prácticamente finalizada y las casas nobiliarias plenamente asentadas, no obedece tanto a necesidades defensivas, como al afán de transmitir una imagen de riqueza y poder. Los elementos arquitectónicos típicos de las fortificaciones, tales como matacanes, merlones, aspilleras, fosos o barbacanas, se ponen al servicio de esta idea y quedan supeditados al concepto de mansión señorial, más acorde con las ideas prerrenacentistas de la época.