Inserto sobre un accidentado relieve, junto a las estribaciones de la Mujer Muerta, se encuentra Paredes de Buitrago. La primavera es una época del año especialmente llamativa para visitar la zona, debido al impresionante estallido de color que resulta de la floración de las jaras, matorral que ocupa una importante extensión en la zona. Junto a las jaras, las encinas forman parte del elenco vegetal de Paredes de Buitrago, típicamente mediterráneas, que dejan paso en las áreas de mayor humedad al roble melojo, siguiente especie en la gradación vegetal de las áreas de montaña. Los característicos pinares, fruto de las políticas de repoblación de la primera mitad del siglo XX, están perfectamente integrados en el medio natural de la zona. Un medio natural donde la actividad ganadera y agrícola tradicionales, han modelado un paisaje con elementos de elevada carga etnográfica, dignos de ser admirados y protegidos. Es el caso de la Dehesa de Paredes de Buitrago, las Vías Pecuarias -el Cordel de la Cabezada o del Carrascal, entre otras - o los descansaderos a ellas asociadas. Incluso la abundante presencia de jara es fruto de la intervención del hombre en el medio. La tardía y “obligada” vocación agrícola de este núcleo se materializa, tanto en la presencia de cultivos, algunos abandonados, donde crecen especies foráneas, como en las huertas que rodean el núcleo, y que en la actualidad siguen siendo cultivadas y mimadas por los habitantes de Paredes de Buitrago.