Orígenes. Las referencias y restos arqueológicos que se conocen en el término pertenecen a asentamientos medievales, que como en la mayoría de la zona, comenzaron a ser estables con la toma cristiana de Toledo en 1085. A finales del siglo XIII, la comunidad fue donada como Señorío para pasar después por herencia a la Casa de Mendoza (1366), y entrar así a formar parte del Señorío de Buitrago. Durante los siglos XVI y XVII, gracias a la información recogida en el Catastro de Ensenada y en la descripción de Lorenzana, se obtienen datos sobre Paredes de Buitrago, referidos principalmente a la actividad agrícola y ganadera. Indican que este fue un periodo muy fructífero para el núcleo, tanto por la existencia de regadíos con aguas provinientes de la sierra de Montejo destinados al cultivo del lino (producto que permitía la comercialización exterior), como por su numerosa cabaña ovina, la cual pastaba durante los meses de invierno en las grandes dehesas extremeñas. Paredes contaba, además, con dos dehesas boyales en las que pastaba el ganado de labor y de las que se obtenía carbón. A efectos judiciales, Paredes se incluía en el Cuarto de la Jara quedando así incorporado al Señorío de Buitrago hasta el siglo XIX. En este siglo su cabaña ganadera se ve notablemente reducida; por el contrario, la superficie de cultivo aumenta de forma considerable. Durante la segunda mitad del siglo XX, las migraciones a Madrid provocan un notable descenso de la población, así como la casi desaparición de las actividades tradicionales. Sin embargo, Paredes de Buitrago continua siendo un pueblo donde sus habitantes todavía mantienen muchas costumbres de la forma de vida tradicional.