
Fue en el cerro de la Oliva donde alguna tribu celtíbera decidió levantar un castro bien defendido, allá por el siglo IV a. C. Se han encontrado restos arqueológicos en distintos puntos del municipio que prueban la existencia de poblamientos de diferentes épocas. Los más antiguos (Paleolítico, Edad del Hierro y Edad del Bronce), en las
cuevas del Reguerillo y del Aire. Abundan también los vestigios
medievales.
Más tarde, quiere la
tradición que, cuando los de Tarik subieron por la península, gentes procedentes de
Torrelaguna y
Uceda, se refugiaron en las abundantes cuervas del lugar. Lo cierto y verdadero es que, hasta muy avanzado el siglo XVI, no se tienen noticias ciertas de
Patones.
En 1555 Patones (el de arriba), era una alquería con un grupo siete vecinos, al parecer de Uceda y de apellido Patón, ganaderos que vieron más práctico vivir junto a sus
ganados que hacerlo en la lejana villa. Tuvo éxito el pequeño éxodo y, tiempo después, según el catastro de Ensenada de 1752, los patones tenían una importante cabaña lanar. Disponían, además, de colmenares y
agricultura de cereal, viña y
hortalizas en la vega del Jarama. Medio centenar de
casas formaban el
caserío, con 61 vecinos dedicados a trabajar
campo y ganados.
Hizo fortuna la leyenda del Rey de los Patones, tanto que ha terminado por encarnarse en
historia. Fue a finales del siglo XVII, por mano de fray Antonio Jesús de María, cuando aparecieron las primeras noticias del rey pastoril. Parece ser que las 10 ó 12
familias residentes en la localidad acataban la autoridad de un anciano al que daban el título de rey. No deja de ser curioso que fuera un hombre ilustrado como Antonio Ponz el principal valedor de la leyenda que, en 1781, escribe admirado de la existencia de “este reino hereditario de mil años por lo menos”. Después, el romanticismo del siglo XIX echaría el resto, llegando a afirmarse que la autoridad del singular rey era acatada por varios miles de pastores y campesinos. Lo cierto es que el famoso rey de Patones era una suerte de “primus inter pares”, un vecino de similar condición al resto, que asumía algunas funciones. Con el tiempo, el cargo habría pasado a ser hereditario, pero en 1750, los patones solicitaron al duque de Uceda el nombramiento de un justicia que sustituyera al rey, con lo cual consiguieron alcalde pedáneo y alguacil propio. Parece ser que en el
Salón de
Otoño del año 1925, había un cuadro que representaba al último rey de Patones, con capa parda hasta los pies, a, modo de
manto real y un sombrero calañés ciñendo sus sienes, en sustitución de la corona, guiando un borriquillo.
A mediados del siglo XIX se iniciaron las grandes obras de infraestructuras de abastecimiento de
agua a
Madrid (Presa del Pontón de la Oliva) y aparecieron algunos asentamientos dispersos y eventuales vinculados a ella. Patones tenía ya entonces una
Casa Consistorial,
Iglesia Parroquial y
escuela primaria.
Ya en el siglo XX, después de la Guerra Civil y a pesar de la construcción de las
carreteras que facilitaron el acceso al núcleo, los habitantes de Patones fueron descendiendo del alto al llano y construyeron sus nuevas viviendas en la vega del
río Jarama, junto a la
carretera M-102 que les comunica con Torrelaguna y
Torremocha. Se creó así, hacia 1940, el nuevo núcleo de Patones de Abajo. El traslado se generalizó en los años 60 quedando el núcleo originario casi totalmente vacío, abandonándose los
edificios, tanto públicos como privados.
Patones de Abajo es hoy un
pueblo nuevo, de estructura lineal, dotado de todos los servicios y equipamientos necesarios, cuyos habitantes mantienen la actividad agrícola-ganadera, pero compaginándola con la dedicación al sector servicios y a la construcción. En Patones de Arriba, a partir de 1970, se inició un proceso de adquisición y rehabilitación de viviendas para uso como segunda residencia y para la instalación de negocios de hostelería. Han proliferado los
restaurantes, un
hotel y apartamentos turísticos.