Patones debe su nombre a la primera familia que lo habitó, los Patón. Su economía se basaba en el ganado caprino y ovino, y así dan fe aún las eras empedradas y los numerosos tinados que trepan colina arriba. También se conservan varios hornos de leña circulares adosados a las paredes de las viviendas, así como un lavadero público junto al río.
El modesto caserío fue abandonado hacia 1930 por sus habitantes, que prefirieron instalarse en Patones de Abajo, en plena vega del Jarama. A partir de los años setenta comenzó su lenta recuperación, toda a manos de foráneos. El primer local público fue el Mesón del Rey de Patones, cuyo nombre conmemora la leyenda del llamado Rey de Patones, un anciano que, al parecer, gobernaba el caserío con mano sabia. Dice una crónica de 1653 que el anciano, "a quien sencillamente llamaban Rei, porque los mantenía en mucha paz", era "una reliquia de la antigua simplicidad". Según la leyenda, uno de sus sucesores impidió siglos más tarde que las tropas napoleónicas invadieran el lugar. Aunque las malas lenguas aseguran que no se les había perdido nada en aquel villorrio. Hasta Julio Caro Baroja ha estudiado el curioso fenómeno de este monarca rural.
El modesto caserío fue abandonado hacia 1930 por sus habitantes, que prefirieron instalarse en Patones de Abajo, en plena vega del Jarama. A partir de los años setenta comenzó su lenta recuperación, toda a manos de foráneos. El primer local público fue el Mesón del Rey de Patones, cuyo nombre conmemora la leyenda del llamado Rey de Patones, un anciano que, al parecer, gobernaba el caserío con mano sabia. Dice una crónica de 1653 que el anciano, "a quien sencillamente llamaban Rei, porque los mantenía en mucha paz", era "una reliquia de la antigua simplicidad". Según la leyenda, uno de sus sucesores impidió siglos más tarde que las tropas napoleónicas invadieran el lugar. Aunque las malas lenguas aseguran que no se les había perdido nada en aquel villorrio. Hasta Julio Caro Baroja ha estudiado el curioso fenómeno de este monarca rural.