A pesar de los malos olores, los mosquitos, los camiones, la incomunicación por
vía terrestre, el barro, ... Perales tiene un encanto difícil de explicar, pero que engancha. Difícilmente podré olvidar esos
amaneceres con una ligera bruma, el vuelo de decenas de
cigüeñas en círculos concéntricos, el mujido de los
toros las
noches de
verano, el vuelo
nocturno de la lechuza, y en definitiva el respeto de todos los vecinos por la
naturaleza que nos rodea. ¿O nos rodeaba?