Cambiar de sitio.
No hace mucho tiempo vi una casa que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme, advertí que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba ardiendo.
Pero aquella gente no parecía tener prisa. Uno preguntó qué tiempo hacía fuera; si llovía, si no hacía viento, si existía otra casa, y otras cosas parecidas. Sin responder, volví a salir. Esta gente, pensé, tiene que arder antes que acabe con sus preguntas.
Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente cambiar de sitio, nada tengo que decirle.
No hace mucho tiempo vi una casa que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme, advertí que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba ardiendo.
Pero aquella gente no parecía tener prisa. Uno preguntó qué tiempo hacía fuera; si llovía, si no hacía viento, si existía otra casa, y otras cosas parecidas. Sin responder, volví a salir. Esta gente, pensé, tiene que arder antes que acabe con sus preguntas.
Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente cambiar de sitio, nada tengo que decirle.