La Tornera es la montaña de 1.866 metros que se alza pegada y a naciente de Puebla de la Sierra, marcando la raya con Guadalajara y la máxima altura del término. Por qué le llaman Tornera, si en este pueblecito que está en la esquina noreste de Madrid, más solo que si fuera a sacar un córner, jamás hubo mujer que tornease nada ni encargada de torno conventual, es una buena pregunta para empezar.
Por el Catastro de Ensenada y otros papeles antiguos sabemos que aquí hubo molinero -y, se supone, molinera-, herrero, panadero, carnicero, tabernero y abacero. Había además dos estanqueros -uno de tabaco y otro de sales-, elegidos cada año al azar entre los vecinos, porque eran mal negocio y ninguno quería. Por haber, hasta 1950 hubo cirujano, que además era sangrador, sacamuelas y barbero. Por supuesto, había cura y sacristán, y luego todos eran pastores, labriegos y carboneros. Pero tornero o tornera, ni medio.
Los que saben de topónimos no aclaran mucho el asunto, antes lo lían. Unos creen que Tornera remite a Thor, Taranis y Taru, deidades del trueno escandinava, celta e hitita, respectivamente; otros, que viene de taurus, como los turós catalanes o los muchos montes Toro que abollan la piel de toro; hay quien no descarta como origen el ibérico itur (fuente) y el que se agarra a la raíz indoeuropea tur- (bulto), de la que también habrían salido tormo (peñasco) y turma (testículo). Al final, barajando letras, resulta que son de la misma madre todas las montañas que empiezan por te, desde el Torozo de Gredos hasta el Teide de Tenerife, pasando por el Torcal de Antequera.
Por el Catastro de Ensenada y otros papeles antiguos sabemos que aquí hubo molinero -y, se supone, molinera-, herrero, panadero, carnicero, tabernero y abacero. Había además dos estanqueros -uno de tabaco y otro de sales-, elegidos cada año al azar entre los vecinos, porque eran mal negocio y ninguno quería. Por haber, hasta 1950 hubo cirujano, que además era sangrador, sacamuelas y barbero. Por supuesto, había cura y sacristán, y luego todos eran pastores, labriegos y carboneros. Pero tornero o tornera, ni medio.
Los que saben de topónimos no aclaran mucho el asunto, antes lo lían. Unos creen que Tornera remite a Thor, Taranis y Taru, deidades del trueno escandinava, celta e hitita, respectivamente; otros, que viene de taurus, como los turós catalanes o los muchos montes Toro que abollan la piel de toro; hay quien no descarta como origen el ibérico itur (fuente) y el que se agarra a la raíz indoeuropea tur- (bulto), de la que también habrían salido tormo (peñasco) y turma (testículo). Al final, barajando letras, resulta que son de la misma madre todas las montañas que empiezan por te, desde el Torozo de Gredos hasta el Teide de Tenerife, pasando por el Torcal de Antequera.