RETIRO: Porque, si no nos cabreamos, ¿qué es lo que le vamos...

"zaragüelles s. m. pl.
1 Calzones anchos, con muchos pliegues, generalmente mal cortados, que usaban los campesinos, que forman parte del traje regional masculino de las regiones de Valencia y Murcia.
2 Calzoncillos blancos que asoman por debajo del calzón en el traje regional aragonés, a menudo adornados por la parte visible"

Según dicionario

Cuando nos metieron en “los mercados” y en la zona euro, pocos podíamos pensar entonces en ahora íbamos a estar con la soga al cuello. Cuando va a hacer ahora cuatro o cinco años ya se le veían las orejas al lobo de “la crisis”, aún había gente que compraban pisos muy por encima de su valor real, a pesar de que había mucha gente con algo de sentido común que estaba harta de decir, que eso no podía ser, pero los banqueros todavía te daban los dineros que les pedías y algo más para que te compraras un 4x4 nuevecito para fardar delante de tus amistades. Y claro, lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, como diría el primo de Piri. El resultado es que, ahora estamos encenagados hasta los ojos, con un techo que no podemos revender, en el paro y sin esperanzas de encontrar un curro aunque sea cobrando menos, que ya es decir porque, el euro, subió “el coste de la vida” un ochenta o un noventa por cíen, pero la transcripción de los sueldo, no subió en la misma proporción sino al revés. Quiero decir, que ahora se está cobrando el mismo sueldo que hace diez o quince años, pero el precio de todo lo demás, cada día cuesta un poco más y sin visos de que pare su escalada.

Para más inri, la derecha ostenta y disfrutar del poder en casi toda la llamada zona euro e impone sus métodos e idea de la maniobra de manera implacable. Y cuando digo la derecha, me refiero a la banca y a “los mercados” con todo el poder de corrupción y destrucción que esconde detrás de la cara amable de la mercancía que nos ofrece. Y aquí, es donde entra en el juego “la política”, ese sopicaldo donde hierve y se cocina a fuego lento, el destino y los pesares de tanta gente normal que no estamos en en el ajo aunque, algunos; románticos, pensemos que podemos aportar con nuestro esfuerzo o con nuestras ideas un granito de arena para construir una sociedad más igualitaria en la que no siempre ganen los mismos. Al parecer, vamos perdiendo por goleada porque, los comerciantes de siempre, tienen todos los resortes en sus manos y una técnica depurada por siglos de entrenamiento, así, procuran por todos los medios sembrar la confusión de manera que nos peleemos unos contra otros hasta hacernos perder de vista el objetivo inicial y todo quede, una y otra vez, en agua de borrajas. Quizás, le pase esto ahora a los que ya les hemos colgado el sambenito de “antisistema o indignadados” pues, si nos fijamos bien, tras la sorpresa inicial, todos a una y sin distinción de color, están por un lado, decantar ese movimiento espontáneo en una herramienta al servicio de sus intereses partidarios y por el otro, desvirtuarlo y degradarlo para que parezcan a nuestros ojos, un atajo de roñosos piojosos sin oficio ni beneficio.

Es una vieja arma, tan vieja como la humanidad misma, que siempre ha dado buenos resultados a quienes han tenido y tienen, su control, los mercaderes sin escrúpulos capaces de levantar grandes ejércitos para mantenerse en la cima de esa pirámide que es la organización social.

Con la muerte recientemente de Jorge Semprúm, se ha puesto de manifiesto la valentía de su obra, su coraje, que hizo que se mantuviera firme en el campo de exterminio y el valor que tuvo al ser capaz, por encima de su compromiso de denunciar la fiera que vivía dentro del comunismo. Lo que le supuso la expulsión de su partido y ser acusado de traidor por sus propios compañeros de lucha clandestina.

Lo que queda por las Españas de ese partido político, está inmerso por nuestra tierra y también por las demás, en una vorágine de reflexión y autocrítica, mezclándose las voces que acusan con las ambiciosas que ya les va bien como iba la cosa. Pero eso es duda y dispersión aunque también esperanza de llegar a descubrir una mirada nueva que sea capaz de ver más allá de la galerna y guiar a la nave hasta el puerto deseado.

Lo primero quizás, sea reconocer los errores y a ser posible, no volver a repetirlos, pero la memoria es frágil y nadie escarmienta en cabeza ajena.

Salud.

Ayer, sobre las cinco y cuarto minuto arriba minuto abajo, empezó el solsticio de verano y sufrimos o disfrutamos el día más largo y la noche más corta de todo lo que va de año. En un Badajoz feriado, las calores también dijeron aquí estoy yo, como cada año para no variar y los termómetros, pasaron con holgura de los treinta grados. Nada nuevo para nosotros.

Por otros rincones de la variada España, hoy al medio día, fin de fiesta escolar entre el bullicio de la chavalería en edad de aprender, a convivir también. A partir de hoy, a muchos yayos y abuelas les toca pechar con la prole de sus vástagos por lo menos hasta que estos tengan unos días de asueto allá para el ferragosto en el supuesto, que aún puedan permitirse ese lujazo que hasta hace muy poco, era solo privilegio de unos cuantos afortunados. Por todo el levante, de norte a sur, ruido de petardos y sabor a sal marina en las pituitarias y en las plazas y parques, charangas, panderetas y en las verbenas, las notas juncales de la música torera. En fin, es el verano, el tiempo de los pobres que decía mi agüelo porque, los árboles, desde ya, nos tientan con su esplendor de mil colores y sus frutos en sazón. Además de brindarnos desinteresadamente su sombra siempre acogedora.

En las noches, cortas y con las ventanas abiertas para que se ventilen los cubículos que nos cobijan del que aún no nos ha expulsado una ley injusta mediante el mecanismo del desahucio, dormitamos a trancas y barrancas y, cuando llega el medio día y hartos de gazpacho, apenas nos da tiempo a escuchar las primeras palabras de un busto parlante que nos informa de los aconteceres en unos mundos que se nos hacen muy lejanos o, de los rifirrafes entre políticos profesionales en una sesión de las cortes que, por reiterativas, ya nos resultan tan familiares como los culebrones de media tarde.
Pero alguna veces se oye alguna palabra que a algunos nos da miedo y nos saca de sopetón de nuestra dulce modorra, como indignación, por ejemplo. Tenemos muchos motivos para indignarnos y cada uno nos indignamos con el que nos da la gana. Según..., hay tantas razones...., somos tantos y tan diferentes...... Delante de nuestras narices están pasando cosas que no deberíamos aceptar. La crisis, por ejemplo, que se está convirtiendo a paso de gigantes en las excusa perfecta para despojarnos (en nombre de esos fantasmas a los que decimos “los mercados”, de casi todos los derechos adquiridos a costa de muchos sufrimientos y más sangre todavía, a lo largo y ancho de los años y los siglos. La coartada perfecta, la gran coartada para desmantelar el “Estado del Bienestar”, que ha mutado y mutará aún más si no lo remedian unos políticos cómplices y cobardes, de derecha o de izquierda o de delante o detrás, en el del “Malestar General”.

Y es que hay asuntos, que a estas alturas del siglo XXI, ya tendrían que tener todos asimiladas como intocables, verbigracia: la sanidad, la educación, la justicia, la protección y el amparo a los más débiles, pero no, no hay tu tía, ya se habla sin tapujos de deshacer todo esto, en Madrid, en Barcelona y hasta en el Almendral de Badajoz. Ya, en algunos sitios de Europa y de España, se ha empezado a cavar el hoyo para enterrarlo y, en los más adelantados, ya están echando sobre ellos paladas de una tierra, bajo la que yacerán los mejores logros logros alcanzados por la sociedad.
Sí, debemos de empezar a indignarnos, más, cabrearnos, y mucho.

Salud.

Porque, si no nos cabreamos, ¿qué es lo que le vamos a dejar a nuestros descendientes, un erial yermo?