RETIRO: En lo que a mi concierne; ni los 80 ni los 50: si mas...

En lo que a mi concierne; ni los 80 ni los 50: si mas cerca de los primeros y si con los que tengo, conservo en mi memoria hechos, no muy lejos de Siguenza y mas tarde otros recuerdos de Madrid; que no hubiera recordado, con la edad de Manuel. Una crudeza real, que marca. Hoy voy a responder, con un poema, entre muchos de otros países que se escriben a diario en lengua castellana. Este me le publicaron, hace aproximadamente un año en el libro "NOCHE SOÑADA". "ALLÏ..." lo nombro, porque "ALLÏ" es un lugar en lo lejano. Un regreso al ayer "De Alberti". Me nació en el "lugar", frente alta y el alma triste, mirando hacia Brihuega, mas o menos en línea recta hacia Siguenza. Un niño, se "divertía" muchas noches, ajeno al drama que los mayores vivían, y sin apenas percibir las ausencias y silencios de las gentes:él se "divertía" contemplando, no muy lejos como el cielo se iluminada" bajo un cielo impasible, desde aquella pequeña ventana. Hoy, aquella casa, casi en ruinas, a unos metros de "El mirador", balcón hacia el Rio Tajuña; es recuerdo de un Alba herida. Voces y silencios de aquellos días.

ALLÍ...

Vengo del ruido temprano de un mal día:
del temor en el grito y gran silencio
doliéndome el costado en el "empeño"
nacido en una mañana ensombrecida.

Vengo de recordarme, no entendía
el abandono de trigos ya dorados
ni el lamento de huertos agostados
ni el tempano! adiós! de golondrinas.

Vengo del campo, donde crecía
la palabra sencilla y el desvelo.
Vengo por la alegría y el consuelo
de la nueva mañana amanecida.

... Y oteando en la lejanía
palpo aún el grito en el barbecho
! de aquel cielo gris, aquel repecho
a subir, que abrió mi herida!

Vengo de las palomas, que huían
asustadas: extraviadas en sus vuelos.
Vengo de aquel alba y me detengo
en las notas de su amarga sinfonía.

Vengo, hoy, a recoger, la flor sencilla
en sudor; creciendo a ras del suelo
empapado de vivencias: de recuerdos
acuestas en mi melancolía.

Vengo muy cansado, pecho arriba
por laderas salpicadas de romeros
entre canciones que emergen en el silencio
de mi huerto, y perfume de las flores que crecían.

Vengo hoy, madrugador de mil espigas
arraigadas; habitando hondo en mi pecho:
con el canto del arado en el barbecho
y en la queja de la rosa malherida.
J. MONEDERO (LIBERTAD)