Anteayer, cuando llovía un poco, encontré esta tardía rosa
otoñal en la redonda
plaza de Fernando VI. Alrededor de su pétrea efigie, coexisten unos hermosos cedros, niños en sus columpios, palomas, gorriones y tórtolas. Allí también se reúnen algunos mayores, que apenas se entienden entre los interminables parloteos de las invasoras y escandalosas cotorras.