ASí ES PEDRO
Pedro, el protagonista de esta historia, es rubio, alto y con unos enormes ojos negros. Pedro tiene 13 años. Le gusta jugar a la videoconsola, madrugar y comer helados en invierno. él es muy vago pero muy inteligente, le gustan que la cosas se las den hechas y sobre todo es muy travieso, su madre, Clorofila, le dice que esto no le conducirá a nada bueno y que piense en el día de mañana.
Era martes, martes trece, Pedro, como todas las mañanas, se dirigió al colegio con su abrigo verde botella y su mochila verde chillón. Cuando llegó estuvo tres aburridas horas, sentado en aquel pupitre escuchando a un loro contando la lección, que venía en el libro y que el profe creía que les impresionaba y lo único que hacía era mirarlo. Hasta que llegó la hora de lengua, Pedro se había olvidado de hacer la narración de dos hojas y media que había mandado la profe el día anterior. Y claro el tuvo que improvisar, contó algo de una pandilla de amigos japoneses que ni el mismo recuerda. Pero claro la profe de lengua le pilló y le puso un cero como una plaza de toros. Al llegar a casa no quería pensar en lo que le esperaba, pero tuvo una idea: tirar la redacción por el retrete, como en aquella película. Pedro comenzó su plan, tirando trocito a trocito la redacción por el váter, gracias a que su hermano pequeño, Javier, de dos años, y su madre se habían ido a comprar cacahuetes al supermercado.
Y por fin acabó de destruir aquella odiosa redacción (una hoja en blanco con un cero en medio). Pronto vinieron los dos y su hermano pequeño quiso ir al vater como siempre a las cinco y cuarto en punto, y tras media hora en el servicio tiró de la cadena y ... Un montón de agua salió del retrete. Como era de esperar el servicio se inundó y mi madre me estuvo regañando dos aburridas horas que por si ella no sabía, resultaron inútiles pues estaba pensando en el nuevo videojuego sacado a la venta.
Pedro, el protagonista de esta historia, es rubio, alto y con unos enormes ojos negros. Pedro tiene 13 años. Le gusta jugar a la videoconsola, madrugar y comer helados en invierno. él es muy vago pero muy inteligente, le gustan que la cosas se las den hechas y sobre todo es muy travieso, su madre, Clorofila, le dice que esto no le conducirá a nada bueno y que piense en el día de mañana.
Era martes, martes trece, Pedro, como todas las mañanas, se dirigió al colegio con su abrigo verde botella y su mochila verde chillón. Cuando llegó estuvo tres aburridas horas, sentado en aquel pupitre escuchando a un loro contando la lección, que venía en el libro y que el profe creía que les impresionaba y lo único que hacía era mirarlo. Hasta que llegó la hora de lengua, Pedro se había olvidado de hacer la narración de dos hojas y media que había mandado la profe el día anterior. Y claro el tuvo que improvisar, contó algo de una pandilla de amigos japoneses que ni el mismo recuerda. Pero claro la profe de lengua le pilló y le puso un cero como una plaza de toros. Al llegar a casa no quería pensar en lo que le esperaba, pero tuvo una idea: tirar la redacción por el retrete, como en aquella película. Pedro comenzó su plan, tirando trocito a trocito la redacción por el váter, gracias a que su hermano pequeño, Javier, de dos años, y su madre se habían ido a comprar cacahuetes al supermercado.
Y por fin acabó de destruir aquella odiosa redacción (una hoja en blanco con un cero en medio). Pronto vinieron los dos y su hermano pequeño quiso ir al vater como siempre a las cinco y cuarto en punto, y tras media hora en el servicio tiró de la cadena y ... Un montón de agua salió del retrete. Como era de esperar el servicio se inundó y mi madre me estuvo regañando dos aburridas horas que por si ella no sabía, resultaron inútiles pues estaba pensando en el nuevo videojuego sacado a la venta.