Antiguamente era una fortificación
medieval, construida sobre un cerro y con recinto
amurallado, donde hoy se asienta la villa. De esta fortaleza se conservan la cerca, el antemuro, el muro de la fortaleza y
la Torre de la Calahorra. Está declarado Bien de Interés Cultural.
En el siglo XI, los musulmanes la convirtieron en un fuerte que alertaba de posibles incursiones. En el XII, se incorporó al Reino de
Murcia.
Fue construido en la Alta Edad Media por los musulmanes para favorecer la defensa de un enclave de gran valor, un altozano en la falda meridional de
Sierra Espuña que vigila un amplísimo territorio, principalmente el
valle del Guadalentín, pasillo de comunicación entre Levante y las tierras del Reino de
Granada. En días claros se llega a divisar incluso la costa mediterránea.
Dice la
Historia que el rey Sabio otorgó el
castillo, la aljama y las dependencia a la Orden de Santiago, concretamente a Pelay Pérez Correa, quien más tarde la hizo Encomienda.
A partir de la conquista de Granada, fue despoblándose poco a poco, obligando a las sucesivas generaciones a emigrar de este aislado y escarpado
pueblo.