Históricamente el territorio administrado por el
Ayuntamiento Murcia se ha dividido en dos grandes zonas claramente identificadas por sus características geográficas y climáticas, y, derivadas de estas, las correspondientes a los aspectos agrícolas y de poblamiento. Concretamente nos referimos a la denominada zona de
huerta, rica y próspera, que se concentra en torno al
valle por el que discurre el
rió Segura, y la zona del
campo que rodea dicho valle, seca y árida, con una economía de
agricultura extensiva y de secano y una población escasa y diseminada en
caseríos. Es en ésta última zona donde se encuadra la pedanía de
Barqueros.
El campo murciano fue, desde su incorporación al reino de Castilla en el año 1.266, la natural zona de expansión de Murcia y de su huerta. Inicialmente, y como señala el historiador Angel Luis Molina, cuando Alfonso X realiza la primera asignación de tierras (1266-1268), reparte las mas ricas y prósperas, inicialmente como donadíos y posteriormente como heredamientos, pero una gran cantidad de las tierras conquistadas quedaron sin dividir ni adjudicar. Estas últimas pasarán a depender del Concejo de Murcia como bienes de aprovechamiento común, en donde pastaban los
ganados, se instalaban
colmenas, se recogía leña, se hacia carbón, se sacaba
piedra y se cazaba con entera libertad. Por ello a partir de finales del siglo XIII será el Concejo el que, como representante del poder real y de los intereses comunales de los vecinos, asuma la tarea de realizar y asignar las nuevas particiones y concesiones. Pero, incluso con estos repartos de tierras, en la zona del campo el despoblamiento era la característica esencial, que, en el último cuarto del citado siglo, se verá incrementado ante la constante emigración de la población mudejar y la inseguridad territorial existente.
En el siglo XIV la situación descrita anteriormente se mantiene e, incluso, se agrava, y por ello el Concejo murciano intentará paliarla mediante la aprobación de nuevas concesiones de tierras. A tal menester solicitan a Fernando IV que les permita realizar nuevas asignaciones de parcelas, a lo que accede el rey mediante carta de 5 de junio de 1.308. Estas autorizaciones se solicitarán y obtendrán también del monarca siguiente. No obstante una serie de problemas representados por guerras, sequías, epidemias de peste etc... impedirán que se logre el objetivo de aumentar la ocupación poblacional en el campo murciano.
Los siglos XVI y XVII representan un periodo donde el proceso repoblador alcanza un gran auge, incrementándose las peticiones de tierras al Concejo y, por tanto, la construcción de nuevos caseríos,
casas de labor y
torres. No tenemos constancia de la población dado que el número de vecinos del campo se incluían en el conjunto de población del municipio murciano.
A partir del año 1.785 Barqueros alcanzará la consideración jurídico-administrativa de Aldea de Realengo con Alcalde Pedáneo, dependiente del Concejo de la ciudad de Murcia.
En el año 1.809, en el Censo mandado realizar por el conde de Floridablanca, se cifra la población de Barqueros en 90 vecinos, lo que representaba unos 405 habitantes. Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico - Estadístico - Histórico de
España y sus posesiones de ultramar, nos facilita el dato de que la diputación de Barqueros cuenta con 100 casas y una
iglesia, bajo la advocación del Santísimo
Cristo de las Penas, que se mantiene como aneja de la
parroquia de
Santa María de la capital. También señala el autor citado que el terreno es de secano y estaba dividido en buena, mediana e ínfima calidad, siendo atravesada la diputación por un “....
camino carretero que conduce a la capital y a la
Sierra de Espuña, y el de herradura a Mula y Lebrilla, en cuyo punto se recoge la correspondencia”. Con respecto a su economía, en sus tierras se producía cebada, aceite y, cuando el año era lluvioso, maíz. Era relativamente importante la cría de
ganado lanar y la
caza de liebres, conejos y perdices, reduciéndose el
comercio a la venta de leña en la capital y al porteo de granos, existiendo también un
molino de aceite. A finales del siglo XIX su iglesia se constituirá en parroquia, pero sin cura propio.