Años después, ya mayor Ramirín. Recordaba el entusiasmo con que un día de radiante primavera le explicaba cómo no puede haber más que cinco y sólo cinco poliedros regulares; tres formados de triángulos: el tetraedro de cuatro, el octaedro de ocho, y el icosaedro de veinte; uno de cuadrados: el cubo, de seis; y uno de pentágonos: el dodecaedro de doce. "¿Pero no ves qué claro?, me decía --contaba el sobrino--; "¿no lo ves?, sólo cinco y no más que cinco, ni uno menos ni uno más, ¡qué bonito! Y no ... (ver texto completo)