Que el espíritu de lucha, siempre limpio, fraternal y enriquecedor, sea aliciente y estímulo sobre el campo de deporte, pero jamás en la grada. Que los que animan a aquellos que se esfuerzan en la pista, el césped o la cancha, admiren por encima de todo la valía de los que juegan, sin odios gratuítos. Que la sinrazón de esos pocos que turbian el arte de competir se vuelva en contra de ellos mismos, haciendo turbio su futuro y mostrando la estupidez de sus vidas a los ojos de todos. Y que viva el deporte, siempre.
