La Rambla del Garruchal es el elemento paisajístico que vertebra todo el término beniajanense. Nace al pie del pico Columbares y va alimentándose con los aportes de los barrancos que recorren la zona del Puerto del Garruchal, pasa por el congosto del Puntarrón, luego cruza el núcleo urbano de Beniaján, para adentrarse ya en la llanura hortense, donde finalmente se difumina. Tiene caudal permanente sólo en su vega alta, conformando un rosario de "pozas" de agua cristalina donde es posible bañarse. Producto de las lluvias torrenciales que eventualmente azotan al lugar, la rambla ha sufrido grandes crecidas que en más de una ocasión han causado estragos entre los vecinos de Beniaján y pueblos aledaños.
Ha de añadirse que la existencia de esta rambla ha propiciado, a lo largo de la Historia, el sucesivo asentamiento de civilizaciones en la zona. El poblado argárico del "Puntarrón Chico" se levantó en un cerro rodeado por su curso; posteriormente fueron los romanos los que construyeron una presa de contención, para aprovechar sus aguas; los árabes transformaron el paisaje que atraviesa en tierras de regadío y poblaron sus orillas... Y así hasta hoy. Puede afirmarse, sin duda, que la historia local se ha forjado en torno a esta rambla.
Ha de añadirse que la existencia de esta rambla ha propiciado, a lo largo de la Historia, el sucesivo asentamiento de civilizaciones en la zona. El poblado argárico del "Puntarrón Chico" se levantó en un cerro rodeado por su curso; posteriormente fueron los romanos los que construyeron una presa de contención, para aprovechar sus aguas; los árabes transformaron el paisaje que atraviesa en tierras de regadío y poblaron sus orillas... Y así hasta hoy. Puede afirmarse, sin duda, que la historia local se ha forjado en torno a esta rambla.