La llegada de la alta velocidad a diferentes ciudades españolas debe apostar por la integración de la nueva infraestructura en el medio urbano a través de soterramientos, para favorecer el crecimiento y desarrollo equilibrado de las ciudades. Los leitmotiv del desarrollo de la red de alta velocidad deben responder a las necesidades reales de los ciudadanos, bien en su propia concepción, bien en su formulación y características.
El objetivo no es sólo economizar al máximo los recursos disponibles y disminuir la presión sobre el contribuyente, sino también acortar los plazos para que los proyectos se conviertan en realidades.
En conclusión, si bien la velocidad no deja de ser un factor especialmente relevante en ese sistema de sistemas que es la alta velocidad, no es menos cierto que tampoco puede convertirse en un condicionante único rígido, inalterable y universal, y menos entendida como fin en sí mismo. El modelo gira más bien en torno al concepto de calidad en su sentido más amplio, que se materializa desde que el viajero adquiere su billete hasta que abandona la estación de destino o, si procede, servicio complementarios de intermodalidad (otros modos de transporte) hasta el punto final de su viaje; pasando, naturalmente, por los servicios que se ofrecen en las estaciones y a bordo, y por cualquier otro tipo de ventajas asociadas.
El tren de alta velocidad supone un estímulo para el tránsito del turismo y una esperanza para la permeabilización de la ciudad.
JJC
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