Según la
tradición, se encontraba el rey almohade de
Valencia y
Murcia, Ceyt-Abu-Ceyt, en sus posesiones de Caravaca, e interrogó a los cristianos que tenía prisioneros para conocer los oficios que ejercían. Entre los prisioneros se encontraba el sacerdote Ginés Pérez Chirinos, que le dijo al rey que su oficio era el de decir la misa, y el rey moro quiso conocer qué era tal cosa. Se mandaron traer los correspondientes ornamentos y el 3 de mayo de 1231, el sacerdote comenzó la liturgia, más al poco de iniciarla, se detuvo diciendo que le era imposible continuar porque faltaba un crucifijo. en ese momento, por una
ventana de la estancia, dos ángeles descendieron y depositaron una
cruz de doble brazo en el
altar y el sacerdote pudo continuar celebrando la misa.