Bajo el dominio
romano la ciudad vivirá sus mayores momentos de esplendor entre finales del siglo III a. de C. y los comienzos del II d. de C. En el año 44 a. de C. recibiría el título de colonia bajo la denominación de Colonia Urbs Iulia Nova Carthago. La importancia de la ciudad se basó, junto a la riqueza minera de su
sierra, en su privilegiado emplazamiento y la singularidad de su topografía -una pequeña península entre el
mar y una
laguna interior (el Almarjal de los tiempos modernos)- que permitía una fácil defensa.