Los conciertos eran también bastante habituales en el
Casino, donde actuó la
banda de artillería a finales del XIX, o tenores de la talla del italiano Filibert en 1872. El casino ha representado siempre un lugar de encuentro en el que los socios hablaban de asuntos de sociedad, política, etc. Solían ser de clase alta e influyentes, muchos de ellos pertenecientes a una burguesía enriquecida por las explotaciones mineras de la
sierra cartagenera, por lo que no era descabellado pensar que en este lugar se tomasen decisiones relevantes para el futuro de los cartageneros, al margen de celebraciones festivas. A partir de la visita de Isabel II a
Cartagena, el Casino se convirtió en un lugar representativo de la burguesía local. En el Eco de Cartagena (24 febrero 1887), los socios se lamentaban de no contar con un establecimiento propio 'para que tenga una instalación digna a su importancia, a su
historia y a la clase social que representa'.