Otra de las barbaridades cometidas en la ciudad de
Murcia en nombre del progreso, y ejemplo de lo que nunca debió hacerse, fue la demolición del
Palacio Riquelme en 1967, en el auge del desarrollismo y la especulación urbanística. Después del derribo, la
fachada del palacio se reutilizó en el
Museo Salzillo que, en aquellos años, se construía en un solar junto a la
Iglesia de de Jesús, en la
plaza de
San Agustín. El Palacio Riquelme se construyó en el s. XVI, y estaba situado en la
calle Jabonerías,
esquina con la popular calle Platería. Perteneció a la
familia Riquelme Salafranca, marqueses de
Pinares (no confundir con otra rama de la familia: los Riquelme Fontes, marqueses de las Almenas; siendo estos últimos los que encargaron el conocido belén a Salzillo, en 1776, y que, más tarde, completó el
escultor Roque López hacia 1800).