Con la ocupación
romana, Carthago Nova se convirtió enseguida en un importante municipio de la provincia Citerior, Tarraconense más tarde y luego Carthaginense, y ostentó en su momento la capitalidad del homónimo
convento jurídico. Desde la urbe se exportaban el mineral de las
minas cercanas, el garum, esparto y vino. Saqueada por los vándalos en 425, transmutó en una floreciente ciudad visigoda con amplia
tradición romana. A mediados del siglo VI, en tiempos de Justiniano, acabó siendo una posesión bizantina con el nombre de Cartago Spartaria. Pasó a manos cristianas, definitivamente, en el año 1245, cuando fue conquistada por el rey castellano Fernando III el
Santo.