El emperador Augusto emprendió un ambicioso plan de romanización y urbanización de la ciudad, dotándola de un esplendoroso teatro, un gran foro con su curia y varios templos. Durante el gobierno de Tiberio, se creó el conventus iuridicus carthaginense con capital en la ciudad, dentro de la provincia tarraconense. En el año 68, la ciudad adquirió cierto protagonismo cuando fue escenario de la proclamación del gobernador Galba como emperador en oposición a Nerón, y apoyó exitosamente la insurrección con la plata de sus minas.