Cada vez que el asno abre la boca es para pedir comida, porque por si solo no es capaz ni de levantar el rabo, pues no son capaces de ver la viga en el ojo propio pero si la paja en el ojo ajeno. Acabáramos, intentan salvar sus buenos tiempos de bolsillos muy anchos, de ladrillos inflados, de cervezas con recompensa añadida, de seguidores engañados que no confundidos, creyendo que esta ignorancia les iba a hacer inmunes, invisibles a los ojos de la justicia. Por ello, saltan liebres bravuconas pero con las orejas bien gachas (no son tiempos para que las levanten mucho), que amenazan y apuntan con el dedo pero cuando se dan cuenta que las uñas están muy largas prefieren aferrarse a lo que tienen en los bolsillos, a lo prometido por sus mayores y que no lo alcanzan porque la cuerda ya no estira más.
El rojo es un color que va a traer más días de fiesta de lo que todos estos valentones quisieran, pero que a la que al final se apuntarán porque es a lo que están acostumbrados.
El agua ya no da para más, y la suya ya está caduca. Ya huelen mal.
El rojo es un color que va a traer más días de fiesta de lo que todos estos valentones quisieran, pero que a la que al final se apuntarán porque es a lo que están acostumbrados.
El agua ya no da para más, y la suya ya está caduca. Ya huelen mal.