Procede del desamortizado Monasterio de la Ñora y es una obra de madurez.
Está inspirada en una iconografía ya muy conocida, que había dado obras ejemplares como la de Torrigiano. Salzillo la ejecutó con la técnica mixta habitual en él de madera y entelados, repitiendo en el rostro del santo los mismos rasgos fisionómicos dados a S. Pedro en varios de sus Pasos. Es una obra pensada exclusivamente para ser vista de frente en la que se evidencia una clara intención compositiva barroca en diagonal.
Aquí Salzillo insiste en pormenores muy barrocos y descriptivos, en donde el modelado refleja con demasiado detalle los rastros de un primer boceto en arcilla, pero donde se ha reparado extraordinariamente en el estudio anatómico y las secuelas del paso del tiempo en la condición humana, se trata de un exponente claro del naturalismo barroco. Los ropajes son angulosos para provocar efectos de claroscuro.
El crucificado que porta el santo padre en sus manos es una sus mejores creaciones, responde a unas constantes características: cruz de maderos cilíndricos, expresión de máxima resistencia en torsos hinchados, a punto de ceder en su tensión, cabellera dejada caer por uno de sus hombros; sudario introducido entre las piernas y sobre todo, ausencia de todo sentimiento dramático.
Lejos del preciosismo de las estofas salzillescas y del movimiento interno de sus esculturas, San Jerónimo es obra naturalista de acentuación realista exhibiendo una anatomía aviejada por la vida ascética del santo, aspecto este utilizado para la descripción de pormenores anatómicos.
En estado de éxtasis espiritual frente al crucifijo. Destaca este crucifijo de "celebración" que porta el santo y que tanto proliferaron en conventos e iglesias. La firma y fecha sobre el libro, "Francisco Salzillo en 1755", pudieran justificar el orgullo del artista ante su obra.
San Jerónimo es pieza singular en la obra de Salzillo; sin embargo, siempre deberemos tener en cuenta que fue realizada para ocupar un lugar alto, es decir, en su altar en la Iglesia del monasterio de Los Jerónimos.
Está inspirada en una iconografía ya muy conocida, que había dado obras ejemplares como la de Torrigiano. Salzillo la ejecutó con la técnica mixta habitual en él de madera y entelados, repitiendo en el rostro del santo los mismos rasgos fisionómicos dados a S. Pedro en varios de sus Pasos. Es una obra pensada exclusivamente para ser vista de frente en la que se evidencia una clara intención compositiva barroca en diagonal.
Aquí Salzillo insiste en pormenores muy barrocos y descriptivos, en donde el modelado refleja con demasiado detalle los rastros de un primer boceto en arcilla, pero donde se ha reparado extraordinariamente en el estudio anatómico y las secuelas del paso del tiempo en la condición humana, se trata de un exponente claro del naturalismo barroco. Los ropajes son angulosos para provocar efectos de claroscuro.
El crucificado que porta el santo padre en sus manos es una sus mejores creaciones, responde a unas constantes características: cruz de maderos cilíndricos, expresión de máxima resistencia en torsos hinchados, a punto de ceder en su tensión, cabellera dejada caer por uno de sus hombros; sudario introducido entre las piernas y sobre todo, ausencia de todo sentimiento dramático.
Lejos del preciosismo de las estofas salzillescas y del movimiento interno de sus esculturas, San Jerónimo es obra naturalista de acentuación realista exhibiendo una anatomía aviejada por la vida ascética del santo, aspecto este utilizado para la descripción de pormenores anatómicos.
En estado de éxtasis espiritual frente al crucifijo. Destaca este crucifijo de "celebración" que porta el santo y que tanto proliferaron en conventos e iglesias. La firma y fecha sobre el libro, "Francisco Salzillo en 1755", pudieran justificar el orgullo del artista ante su obra.
San Jerónimo es pieza singular en la obra de Salzillo; sin embargo, siempre deberemos tener en cuenta que fue realizada para ocupar un lugar alto, es decir, en su altar en la Iglesia del monasterio de Los Jerónimos.