El nombre de
Monteagudo viene dado por la existencia del
monte que se yergue majestuoso dominando toda la vega y que, según Robert Pocklington, es un topónimo que aparece en
fuentes árabes desde el siglo XI bajo las grafías Muntaqüd, y en textos castellanos como Montagut ó Montagudo en la Baja Edad Média, y Monteagudo en tiempos modernos, procediendo, a través del mozárabe, del latín "Monte Acutum” (el monte agudo).
Dada su situación estratégica el cabezo de Monteagudo fue objeto de ocupación desde tiempos muy primitivos como demuestran los restos de una necrópolis argárica (años 1700-1200 a.C.), así como de utensilios prehistóricos de la Edad de Bronce (brazaletes de bronce, cuchillos de silex, punzones, vasijas). Posteriormente parece probada la existencia de una ciudad ibérica a través de los restos de cenizas, osamentas, sepulturas de urnas esféricas, sillares, construcciones y
cerámica, enumerados por González Simancas.
También queda demostrada la presencia
romana a través de las monedas del Emperador Augusto, la calzada romana y los restos de viviendas encontradas en dicho lugar, llegándose a plantear por Bermúdez, Amador de los
Ríos y Belda Navarro que en este monte existió una villa romana en la que se construyó un
acueducto, siendo, como señala Belmonte Marín, paso obligado en la
vía romana que comunicaba Cartagena con Fortuna. En este sentido, Abelardo Merino, presumía que “... a los pies de este enorme peñasco hubo una ciudad antigua en el Campillo, acaso destruida en las contiendas de bizantinos y godos”.
Con la llegada de los musulmanes el lugar adquirirá gran importancia al construirse un conjunto de fortalezas que constituían una línea defensiva destinada a proteger toda la vega murciana y los distintos
caminos que unían
Murcia con Orihuela. Dicha línea estaba conformada por los
castillos de Monteagudo, el Castellar, Castillar ó Castillejo, y el de Alharache, Alabrach ó Larache. Según el profesor
Torres Fontes, las primeras noticias que tenemos del
castillo de Monteagudo datan del año 1078-1079 en que, al ser destronado el reyezuelo de Murcia Abu Abderramen Ibn Tahir por Ibn Ammar, visir del rey al-Mutamid de
Sevilla, fue encarcelado en dicho castillo. En el siglo XII Muhammad Ibn Sad Ibn Mardanix (1147-1171), conocido por los cristianos como el rey Lobo, mandó construir las estructuras que actualmente conocemos. Posteriormente, en los inicios del siglo XIII, el poeta cartagenero Abu-l-Hasam Hazim al-Qartayanmi nos describe esta fortaleza que denomina Montacud, así como la de Hissn-ul-farach ó Hins al-Faray (“
casa de recreo y de labor”), que puede ser el de Larache, aunque otros autores lo hacen derivar de Alarich (“
huerto de
flores y
jardín”), y que parece ser fue residencia de la
familia real. Con respecto al Castellar, esta construcción también data de la época del rey Lobo.
Tras la conquista de Murcia por los cristianos el castillo de Monteagudo fue residencia por cortos periodos de tiempo del rey Alfonso X el Sabio, como demuestran los documentos fechados en este lugar en diferentes días del mes de junio de 1.257. En la tercera partición de la
huerta y
campo de Murcia realizada el año 1268, la fortaleza con sus viñas y tierras de secano (conjunto con mas de 600 tahullas) pasará como donadío a la reina doña Violante, aunque, como consecuencia de la rebeldía de la reina, el Real de Monteagudo volvió a la Corona, asignándose a su custodia un alcaide real. Posteriormente, siendo rey Sacho IV, pasó a ser propiedad de doña María de Molina, hasta que Fernando IV se lo cede al Obispo de Cartagena que toma posesión de la fortaleza en 1.321. Poco tiempo después, dada su importancia estratégica, pasará nuevamente a poder real, constituyéndose, según Torres Fontes, en el baluarte que controlaba las incursiones oriolanas en la huerta murciana, siendo también un instrumento decisivo en las luchas que se produjeron en el reino de Murcia en los años 1448 y 1449 , cuando Juan Ide
Navarra ocupó la ciudad de Murcia, aunque tuvo que abandonarla cuando las huestes del Condestable Luna y el Adelantado Mayor del Reino Don Pedro Fajardo ocuparon el castillo de Monteagudo.
Unida a esa importancia
militar y estratégica, las crónicas
medievales nos dan cuenta de la existencia a extramuros del castillo, en la falda del cerro que da a mediodía, de una importante ciudad con el mismo nombre, si bien tras la conquista de
Granada y la unión de Castilla y
Aragón con los Reyes Católicos se llega a la desaparición de la inseguridad reinante en este territorio, y, por tanto, al abandono de la fortaleza, de la que fue su último alcaide Don Juan Chacón, muerto en 1503. Consecuencia de todo ello es también la decadencia de la ciudad, que quedó reducida a un pequeño
caserío.
Desde tiempos medievales era venerada la "Estampa" de la
Virgen de la Antigua, advocación mariana que toma su nombre de su
antigüedad.
La Virgen tenía su
ermita a los pies del Castillo. Mas tarde se plasmaría en imagen de talla. En el S. XVIII, se introduce en el lugar la devoción a
San Cayetano,
santo italiano del S XVI, que es considerado por la
Iglesia como el Padre de la Providencia. San Cayetano tenía una ermita, pero la gran afluencia de fieles devotos del santo, en 1711, se comienza a construir el antiguo templo parroquial, quedando la ermita de San Cayetano convertida en
capilla en el interior del templo, dedicado a la Virgen de la Antigua, tal como figura en el archivo parroquial.
En este mismo siglo Monteagudo tiene la consideración de lugar de realengo con alcalde pedáneo. Posteriormente, en el denominado Trienio Liberal (1820-1823), conformará su propio
ayuntamiento, aunque esta situación duró poco tiempo, pasando a depender nuevamente del municipio de Murcia. Concretamente en el R. Decreto de 21 de abril de 1834, por el que se realiza la subdivisión provincial de
juzgados de primera instancia, en Murcia se incluye el
Esparragal y la Diputación de Monteagudo.
A mediados del siglo XIX Pascual Madoz nos deja constancia de que Monteagudo tiene 240
casas, en las que residen 380 vecinos (928 almas); una Iglesia bajo la advocación de Ntra. Sra. De la Antigua que es aneja de la
parroquia del Esparragal, con un gran arraigo de las fistas patronales de San Cayetano. Sus tierras eran casi todas de moreral de riego de excelente calidad, regadas por las acequias de
Churra la Nueva, Zaraiche, Azarbe del Merancho y por el Azarbe de Monteagudo, contando en algunas de sus colinas con plantaciones de “nopales” que producen gran cantidad de higos chumbos. Además de éste último producto también se constata el cultivo de trigo, maíz,
hortalizas y pimientos, siendo importante su producción de seda.
En el presente siglo se constata un continuo crecimiento poblacional, pasándose de los 1.600 vecinos del año 1900 a los 4.758 habitantes de 1960. Este incremento se mantiene hasta 1970, año en el que solo constan 3.075 habitantes, pudiéndose deber este descenso a la remodelación de los límites de la pedanía, en la que el nomenclator de 1960 incluía una entidad singular denominada
Zarandona que no aparece en el de 1970. A partir de éste último año las cifras de población se estabilizan en torno a los 3.600 habitantes. Concretamente en la última renovación padronal realizada en 1996 figuran inscritos 3.658 vecinos, que se distribuyen entre los núcleos de población de Monteagudo, La
Cueva, Las Lumbreras y el diseminado de la Huerta de Monteagudo. El sector de actividad que mayor población ocupa es el
comercio y la hostelería, seguido de otros servicios, industria manufacturera, construcción y
agricultura, destacando en este último sector el predominio de las plantaciones de limonero y naranjo, presentando también una especialización en cultivos de hortalizas (acelga, lechuga, tomate, judía verde), denotándose un enorme retroceso en los cultivos tradicionales de maíz y alfalfa.
Cuando hablamos de Monteagudo no podemos dejar de mencionar una singular construcción que desde principios del presente siglo caracteriza a esta pedanía: la imagen del Sagrado Corazón de Jesus. La primitiva construcción fue inaugurada el 31 de octubre de 1926, siendo su peso de 20 toneladas. Estaba conformada por el
Cristo con los brazos abiertos, las imágenes de San Francisco de Asís y de San Francisco Javier, dos indios en actitud de oración y un relieve de
Santa María de Alcoque en el pedestal. Fue demolida por acuerdo municipal de 11 de septiembre de 1936, aunque el relieve de la Virgen se conservó. La actual imagen, alzada en el mismo centro del castillo, fue inaugurada el 28 de octubre de 1951.
En 1989, el templo parroquial se cerró por
ruina debida a problemas de cimentación. Fue demolido en 1997, conservándose sólo la capilla de San Cayetano, convertida de nuevo en ermita. El nuevo templo parroquial, de traza moderna, se inaguró en 1999.