Durante el siglo XVI se produjo la conversión forzosa de los mudéjares (en 1501), siendo desposeídos de todas sus raíces musulmanas. Ya a principios del siglo XVII, acusados de prácticas islámicas cuando eran totalmente cristianos, Felipe III decretó la expulsión de los moriscos.
Fueron los moriscos
ricoteños los últimos en salir de
España, ya que lograron, alegando su cristianismo, evitar el decreto de expulsión de 1609, pero el interés económico que la oligarquía local tenía sobre sus bienes propició el que en 1613 se promulgase un nuevo decreto que directamente fue dirigido contra ellos y que ocasionó que a finales de ese año fueran embarcados en el
puerto de Cartagena, primero con destino a
Mallorca y posteriormente a Berbería. El siglo XVII fue de regresión demográfica y económica como consecuencia de la expulsión.