Corría el año 1959, enero, cuando llegué con mi
familia a
La Alberca, procedente del antiguo protectorado español de
Marruecos. Yo tenía por aquel entonces 14 años y medio. En julio de ese año cumpliría 15. Nos hospedamos durante un par de días en – ¿cómo lo podría llamar?– una especie de colmado, que andando el tiempo, muchos años después, se llamaría LA MESEGUERA, convirtiéndose en un espléndido
bar-
restaurante. Pero en aquellos años era un una especie de bar-pensión, frecuentado por gente del
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