El
Valle de
Ricote: asentamientos prehistóricos
En época prehistórica el conjunto del Valle de Ricote estuvo transitado y habitado por varias culturas. En el Salto de la Novia, paraje que divide
Ojos de la vecina
Ulea, a escasos dos kilómetros de
Villanueva del Río Segura, existen indicios de un asentamiento íbero. La zona era ideal por sus condiciones, ya que disponían de: una defensa natural casi inexpugnable, las
montañas y el río; un clima favorable todo el año, el clima mediterráneo con
veranos calurosos e
inviernos suaves; y una
fuente de riquezas, que podían aprovechar para cultivar la tierra y crear pequeños poblados en torno a ella, el río Segura. El nacimiento de Villanueva del Río Segura para la
Historia:
En la visita que realizó Francisco de
León al reino de
Murcia en 1468 (por orden del maestre de Santiago) aparecen los lugares de Ulea,
Blanca, Ojós,
Abarán y Asuete, que indudablemente se corresponde con Villanueva del Río Segura, centro de la Encomienda de Ricote. Ésta fue la primera vez que el
pueblo aparecía en unos documentos oficiales.
Unos años más tarde, tras la toma de
Granada en 1492, la población morisca, pese a las capitulaciones, se ve impelida cada vez con más fuerza a convertirse al cristianismo o abandonar lo que, indudablemente, seguía siendo su patria. Por ello, y adelantándose a las disposiciones oficiales, una comisión de mudéjares del reino de Murcia, pertenecientes a los lugares de las Órdenes de Santiago (Asuete entre ellos), Calatrava (Abanilla) y
San Juan (Calasparra y
Archena), y del Obispo (
Alguazas y Alcantarilla) visitan a los Reyes Católicos en Granada y les hacen diversas peticiones. Estas peticiones fueron aceptadas por los monarcas en una carta dada en dicha ciudad el 21 de septiembre de 1501. Las primeras
familias y sus modos de vida
En el año 1507 contaba Villanueva del Río Segura con 23 familias, y en 1530 con 28, cuyo número sería triplicado a finales de siglo. El modo de vida de estos vecinos era la
agricultura de regadío en sus alquerías, pero también los cultivos de secano. Cuando en 1613 se produjo la expulsión de los moriscos, contaba Villanueva con 166 familias, de las cuales eran de cristianos viejos tan sólo 65, aunque se sabe que muchos de ellos regresaron ilegalmente poco después. De dicha dispersión no se recuperaría Villanueva del Río Segura hasta muy avanzado el siglo XIX.
Durante el siglo XVIII fueron constantes los debates suscitados entre Ulea y Villanueva sobre la primacía de sus respectivas
iglesias, el cual sería fallado a favor de Ulea en 1783. Poco después dieron comienzo las gestiones para la construcción de una nueva
iglesia parroquial. En 1795 se había elegido por patrón a San Rafael, pidiéndose el 30 de junio de este año el correspondiente permiso del obispado para la bendición de la imagen del titular. El siglo XIX se abriría en Villanueva del Río Segura con el propósito de la creación de una nueva iglesia para el pueblo. Trazó los planos del templo el arquitecto Juan de Villanueva, y las obras dieron comienzo bajo el decidido apoyo de Su Alteza el infante don Francisco. Pero las guerras, epidemias y cambios políticos, que azotaron el país durante el siglo XIX, no favorecieron dicha iniciativa, por lo que las obras fueron suspendidas y reanudadas en diversas ocasiones, en tanto que los oficios religiosos eran realizados en una
casa particular perteneciente a doña María Concepción Molina. Pese a que el infante don Francisco dejó las obras bastante adelantadas, éstas se paralizaron totalmente, llegando a perderse los planos que Villanueva trazara. La iglesia de Villanueva veía cómo sus propiedades eran desamortizadas en beneficio de la nación.
Perdidos los planos de Juan de Villanueva, estudió la obra el arquitecto José Ramón Berenguer, quien hizo nuevos planos basándose en lo ya ejecutado y tomando algunos parecidos de la iglesia madrileña del Caballero de Gracia, cuyas obras se reiniciaron hacia 1860, pues los planos están firmados en mayo de 1859. Pero aún pasarían muchos años hasta su terminación, que correría a cargo del arquitecto hellinero don Justo Millán, que efectuaría algunas modificaciones a lo proyectado por Berenguer Nicolás. El 11 de septiembre de 1882, el señor cura de Villanueva, acompañado de una comisión de vecinos, visitó en Murcia al señor obispo don Diego Mariano Alguacil para invitarle a bendecir el templo y el prelado, que también aportó su grano de arena, aceptó complacido la invitación y señaló para tan fausto suceso el domingo 24 de dicho mes de septiembre.