La
Primavera siempre ha tenido aire de
fiesta y la eclosión vital de Mayo aromas de celebración. Seguramente que nuestra
ermita se construyó para que
el
santo protegiera los
campos, para que los vigilara con comodidad la plantaron en un cerro descarado, en la atalaya más curiosa de nuestro escueto
paisaje.
No sé si el Santo realiza bien su cometido, pero a todos nos ha convencido que está en el
balcón más hermoso al que por gratitud o satisfacción todos acudimos
en
paseo o
procesión.