Ahí os mando un poco de la historia de la ermita de Cordovín
LA ERMITA DE SAN CRISTÓBAL
Situada a unos 500 metros en dirección a Alesanco, de unos 8 por 9 metros cuadrados, con muros de sillería y cielo raso del siglo XIX; la construyeron porque todos los años subían al cerro el primer domingo de mayo o si no era posible al siguiente para solicitar la protección de los campos de las tormentas de granizo que año tras año arrasaban las cosechas.
Se construyó en 1895. La hicieron los vecinos del pueblo. Colaboraron hombres y mujeres. Los hombres llevaban las piedras, arena y amasaban el mortero (cal y arena). Envuelto el mortero, las mujeres subían con toda ilusión el agua con cántaros a la cabeza y todos muy contentos para tener en esa ermita a nuestro patrón San Cristóbal, para que fuese protector del pueblo. Existió anteriormente otra ermita pero no quedan restos de donde se ubicó.
Se sube en romería cada primer domingo de mayo. Se sube danzando acompañando al Santo por el grupo de danzas de nuestro pueblo.
Desde el primer domingo de mayo hasta el tercer sábado de septiembre, San Cristóbal estaba fuera de su trono, en otro trono como custodio y vigilante del pueblo y de los campos, cuando había tormentas lo sacaban al pórtico para que se acordase y rogase por nosotros.
Acabada la ermita mandaron pintar el cuadro a las monjas Adoratrices de Logroño; lo subió Valentín Cañas y para pagarlo se abrió una colecta y la gente fue tan generosa que sobró dinero y mandaron hacer el estandarte de San Cristóbal. Celebraban misa y después repartían escabeche.
En la explanada estaban las 14 cruces del Vía Crucis. Los papeles están en la primera piedra.
Los asientos en la parte de afuera, los regaló D. Teodoro Martínez.
La lámpara, D. Ubaldo del Río. El día de San Cristobalito, hay costumbre de subir a la ermita a oír misa. Esta costumbre se arraiga después de la guerra de 1.936. Fue para dar gracias a Dios y a San Cristóbal. La mandaba el señor Iñigo y su mujer Felisa por haber tenido cinco hijos en la guerra y haber venido con bien: Ruperto, Atilano, Julio, Benito y Bienvenido. Desde entonces, se sube ininterrumpidamente, costeando los familiares la misa.
LA ERMITA DE SAN CRISTÓBAL
Situada a unos 500 metros en dirección a Alesanco, de unos 8 por 9 metros cuadrados, con muros de sillería y cielo raso del siglo XIX; la construyeron porque todos los años subían al cerro el primer domingo de mayo o si no era posible al siguiente para solicitar la protección de los campos de las tormentas de granizo que año tras año arrasaban las cosechas.
Se construyó en 1895. La hicieron los vecinos del pueblo. Colaboraron hombres y mujeres. Los hombres llevaban las piedras, arena y amasaban el mortero (cal y arena). Envuelto el mortero, las mujeres subían con toda ilusión el agua con cántaros a la cabeza y todos muy contentos para tener en esa ermita a nuestro patrón San Cristóbal, para que fuese protector del pueblo. Existió anteriormente otra ermita pero no quedan restos de donde se ubicó.
Se sube en romería cada primer domingo de mayo. Se sube danzando acompañando al Santo por el grupo de danzas de nuestro pueblo.
Desde el primer domingo de mayo hasta el tercer sábado de septiembre, San Cristóbal estaba fuera de su trono, en otro trono como custodio y vigilante del pueblo y de los campos, cuando había tormentas lo sacaban al pórtico para que se acordase y rogase por nosotros.
Acabada la ermita mandaron pintar el cuadro a las monjas Adoratrices de Logroño; lo subió Valentín Cañas y para pagarlo se abrió una colecta y la gente fue tan generosa que sobró dinero y mandaron hacer el estandarte de San Cristóbal. Celebraban misa y después repartían escabeche.
En la explanada estaban las 14 cruces del Vía Crucis. Los papeles están en la primera piedra.
Los asientos en la parte de afuera, los regaló D. Teodoro Martínez.
La lámpara, D. Ubaldo del Río. El día de San Cristobalito, hay costumbre de subir a la ermita a oír misa. Esta costumbre se arraiga después de la guerra de 1.936. Fue para dar gracias a Dios y a San Cristóbal. La mandaba el señor Iñigo y su mujer Felisa por haber tenido cinco hijos en la guerra y haber venido con bien: Ruperto, Atilano, Julio, Benito y Bienvenido. Desde entonces, se sube ininterrumpidamente, costeando los familiares la misa.