El calor, soporífero, caía sobre las
calles del
pueblo, vacías.
Sin ganas de
siesta, encendí el ordenador, entré en el
foro y
me encontré con el mismo sopor, las calles desoladas.
Apagué y, buscando
sombras, me fuí a tomar café. En la
terraza,
una partida de mus despertaba la modorra.