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CORDOVIN: Nacho... qué bucólico vemos todos este aroma de la...

En pleno derroche primaveral el mes de Mayo aparece con intenso verdor,
caprichosamente salpicado de colores por ribazos, cunetas, valdíos y
jardines. Esta efervescencia natural se transmite contagiosamente a los
cuerpos jovenes, que brotan a la vida empujados por la savia del anhelo.
En "aquellos entonces" que la inconsciencia varaba entre la duda y la curiosidad, Mayo me parecía un lugar maravilloso.
Como mes de María, mes de las flores, en la escuela de las chicas hacían un altarcillo a la Virgen, una especie de escalinata cubierta de con sábana
blanca donde la imagen reposaba rodeada de rosas de diferentes colores.
El momento mágico de cada día era la última hora de clase- las cinco-,
cuando la escuela de los chicos pasaba a la de las chicas para cantar juntos
el "Venid y vamos todos, con flores a porfía, con flores a María que madre nuestra es"... La escuela de chicas tenía una ventana más que la de chicos situada al poniente, esto le daba más luz y alegría al aula. El olor de aquel lugar a rosas, a limpieza de jabón Lagarto y Norit aliñados con algún perfume,
era una bocanada de aire puro tras salir del ambiente de sudor a sobaquillo y
descuido que era la escuela de chicos
Allí mezclados y apretujados, rosas y capullos, cantando "Venid y vamos todos..."
descubrí que Mayo no era un mes cualquiera...

Nacho... qué bucólico vemos todos este aroma de la niñez... y qué bien lo cuentas "contador de relatos", me ha encantado, casi olía las lilas del altar, pues en el pueblo había varios lilos, uno en casa de mis abuelos Cirilo y Felicias en la parte que hoy es de mi tio Eliseo.
También me suena que nos hacían recitar pequeñas poesías....
""Como soy tan pequeñita y tengo tan poca voz, solo me atrevo a decir viva la madre de Dios""... siempre me pareció una cursilada.