En los años 40 hubo en cordovín un curioso médico: Don Julio "el peruano".
Este buen señor, peruano de origen, además de apreciar la medicina sentía debilidad por el vino de cordovín. El sentido de la proporción no ló debía
tener muy desarrollado pues con se metro cuareta de estatura venía de
Badarán, donde vivía, montado en el caballo más grande de la comarca; para
montarlo tenía que buscar ribazo o muro, para desmontarlo se tiraba al vacío.
Se casó con la mujer más alta de Badarán treinta años más joven que él...
Una tarde de invierno se metió a sanar unos tragos en el calado de Agustín
Benés en compañía de Ticiano, Sebastián y Máximo. Comprobando la sanidad del clarete y controlando la fiebre de la conversación el médico, que no llevaba
reloj, le pregunta a Máximo: Maisssi, ¿zon ya las diess?. Maisi mira el reloj y
le dice: No Don Julio, son las cuatro de la mañana.
En la bodega el tiempo es "absolutamente relativo".
Este buen señor, peruano de origen, además de apreciar la medicina sentía debilidad por el vino de cordovín. El sentido de la proporción no ló debía
tener muy desarrollado pues con se metro cuareta de estatura venía de
Badarán, donde vivía, montado en el caballo más grande de la comarca; para
montarlo tenía que buscar ribazo o muro, para desmontarlo se tiraba al vacío.
Se casó con la mujer más alta de Badarán treinta años más joven que él...
Una tarde de invierno se metió a sanar unos tragos en el calado de Agustín
Benés en compañía de Ticiano, Sebastián y Máximo. Comprobando la sanidad del clarete y controlando la fiebre de la conversación el médico, que no llevaba
reloj, le pregunta a Máximo: Maisssi, ¿zon ya las diess?. Maisi mira el reloj y
le dice: No Don Julio, son las cuatro de la mañana.
En la bodega el tiempo es "absolutamente relativo".
Nacho, has narrado muy bien a don Julio en pocas palabras, yo también me acuerdo de este médico que estuvo muchos años en Badarán, como habéis dicho llevaba Badarán Cárdenas y Cordovín, en aquellos tiempos no se llamaba a los medicamentos medicinas sino botica, el médico nos daba la receta y el boticario la hacía como le mandaba él.