En la pobre economía de subsistencia de los años cincuenta y sesenta,
el COCHINO era un trofeo para los ahuecados estómagos y las desamparadas
DISPENSAS de aquella época.
En los fríos Enero y Febrero, preferidos para el MATADO, los chillidos de
los sacrificados disputaban la madrugada al canto de los gallos.
Recuerdo la víspera de la matanza como un día de inquietud; acercándome
a la pocilga para contemplar, apenado, al pobre cerdo que tenía las horas
contadas. Mi desasosiego no terminaba hasta que callaban los dolientes
chillos de la víctima, lamentos que yo trataba de mitigar metiendo la cabeza
bajo la almohada.
El fuego purificador de la "chumarrada" abría la fase grata y atractiva de
este evento. Los VENCEJOS de centeno encendidos sobre el guarro dotaban a éste de un color marrón; un olor a paja quemada y piel chamuscada invadía la calle,
aroma a CHUMARRO inicia la fiesta.
Socarrado el animal, era lavado y raspado con una hoja de dalle sobre un colchón de sarmientos; al finalizar esta faena el matarife cortaba el rabo y lo repartía
a los chiquillos de la casa y el cerdo se pasaba a la "escalera de la cueva" para proceder a la apertura y vacíado de las entrañas. En éstas había un órgano
que la muchachada esperaba con gran interés, la BOCHINCHA, que"inflada" hacía de globo o balón para divertimento de los pequeños.
Durante el limpiado de vísceras e intestinos, las señoras mencionaban una palabra para mí inquietante-el MARIDONOVEAS-, no sería muy malo el órgano pues mi madre "se lo dejaba ver"a mi padre, y lo apreciaba.
Hechos el MONDOGO, las morcillas, el descuartice, el picado y el adobo; el tercer
y último día de matado se repartía el PRESENTE a parientes, vecinos, cura y maestros; el obsequio era dos morcillas y un puño de picadillo, según el paren-
tesco y generosidad.
Tres días de fiesta-panza para los mayores (Lomo con pimientos o a la parrilla
en la cueva, comida abundante en casa). Días de gran fiesta para los pequeños en que la alegría era contagiosa en el portal de la casa: El ZUNGLE balanceaba
nuestra dicha y la GALLINA CIEGA despertaba risotadas y picardías; otros preferían jugar al BOTE, otros al CATAMELÉ, otros hacer comedias con atavios incluídos; todos queríamos jugar a todo.
Sin ser comilón los momentos de comida y cena me parecían esquisitos por amontonamiento de comensales, por el bullicio y dicharachada que se montaba.
La comida, ESCULLADA en una fuente o dos, se consumía atacada por abalanchas de cucharas a las que esperaban bocas apresuradas.
La fiesta terminaba con las TAMBARAS, LATAS y CUARTONES del ALTO repletos
morcillas, chorizoa, salchichones y orejas, patas, huesos adobados esperando dar
momentos exquisitos. La despensa repleta de pates, manteca y tortas de CHIN-
CHARROS. Los pequeños, alegremente entristecidos, ya esperábamos el siguiente
chumarro. La familia se esparcía por sus casas consciente de que se había
reforzado.
Nacho.
el COCHINO era un trofeo para los ahuecados estómagos y las desamparadas
DISPENSAS de aquella época.
En los fríos Enero y Febrero, preferidos para el MATADO, los chillidos de
los sacrificados disputaban la madrugada al canto de los gallos.
Recuerdo la víspera de la matanza como un día de inquietud; acercándome
a la pocilga para contemplar, apenado, al pobre cerdo que tenía las horas
contadas. Mi desasosiego no terminaba hasta que callaban los dolientes
chillos de la víctima, lamentos que yo trataba de mitigar metiendo la cabeza
bajo la almohada.
El fuego purificador de la "chumarrada" abría la fase grata y atractiva de
este evento. Los VENCEJOS de centeno encendidos sobre el guarro dotaban a éste de un color marrón; un olor a paja quemada y piel chamuscada invadía la calle,
aroma a CHUMARRO inicia la fiesta.
Socarrado el animal, era lavado y raspado con una hoja de dalle sobre un colchón de sarmientos; al finalizar esta faena el matarife cortaba el rabo y lo repartía
a los chiquillos de la casa y el cerdo se pasaba a la "escalera de la cueva" para proceder a la apertura y vacíado de las entrañas. En éstas había un órgano
que la muchachada esperaba con gran interés, la BOCHINCHA, que"inflada" hacía de globo o balón para divertimento de los pequeños.
Durante el limpiado de vísceras e intestinos, las señoras mencionaban una palabra para mí inquietante-el MARIDONOVEAS-, no sería muy malo el órgano pues mi madre "se lo dejaba ver"a mi padre, y lo apreciaba.
Hechos el MONDOGO, las morcillas, el descuartice, el picado y el adobo; el tercer
y último día de matado se repartía el PRESENTE a parientes, vecinos, cura y maestros; el obsequio era dos morcillas y un puño de picadillo, según el paren-
tesco y generosidad.
Tres días de fiesta-panza para los mayores (Lomo con pimientos o a la parrilla
en la cueva, comida abundante en casa). Días de gran fiesta para los pequeños en que la alegría era contagiosa en el portal de la casa: El ZUNGLE balanceaba
nuestra dicha y la GALLINA CIEGA despertaba risotadas y picardías; otros preferían jugar al BOTE, otros al CATAMELÉ, otros hacer comedias con atavios incluídos; todos queríamos jugar a todo.
Sin ser comilón los momentos de comida y cena me parecían esquisitos por amontonamiento de comensales, por el bullicio y dicharachada que se montaba.
La comida, ESCULLADA en una fuente o dos, se consumía atacada por abalanchas de cucharas a las que esperaban bocas apresuradas.
La fiesta terminaba con las TAMBARAS, LATAS y CUARTONES del ALTO repletos
morcillas, chorizoa, salchichones y orejas, patas, huesos adobados esperando dar
momentos exquisitos. La despensa repleta de pates, manteca y tortas de CHIN-
CHARROS. Los pequeños, alegremente entristecidos, ya esperábamos el siguiente
chumarro. La familia se esparcía por sus casas consciente de que se había
reforzado.
Nacho.
Excelente relato Nacho. De esa misma manera lo recuerdo y también rcuerdo que siempre habia alguien que fabricaba alguna zambomba con la bochincha.