Cuando llegan estas fechas uno siempre recuerda con alegría y añoranza los preparativos previos a las fiestas. El zurracapote, el chamizo en la Casa del Cura, las chicas ensayando las danzas en las Escuelas bajo la atenta mirada de Ana para que la danza de las Vueltas saliese a la perfección, las degustaciones, los partidos de pelota y un largo etcetera. Pero siempre guardaré en mi recuerdo el día más deseado el día de nuestra Santa. La Iglesia se engalanaba como merecía la ocasión vistiendo sus mejores galas, los dulzaineros muy temprano anunciaban el día con alegría para celebrar con gozo la Eucaristía. Nuestra Mártir Margarita salía del templo y era saludada por los danzadores con ese repertorio de danzas tan alegre que a los Vivas del Cachirulo repetía la gente. Pero cada uno de nosotros en ese momento vivíamos ese momentico de plegaria al ver pasar a nuestra Santa ante nuestros ojos. Porque Santa Margarita es mucho más, su vida, su reliquia, sus prodigios, su culto, son algo más que el sentimiento tribal de un pueblo. Su imagen no es sola ni precisamente el tótem alrededor del cual canta, reza y tamborilea la gente.
Quizás todos deberíamos acudir ante su talla y fijarnos en su sonrisa y su mirada.
¡Y claro que Santa Margarita es mucho más!
Y de este abrazo devoto brota el camino del pueblo, camino nacido en la tradición, vivido en las alegrías y dirigido hacia luces de esperanza.
¡Cortijanos! Gritad conmigo
¡Viva Santa Margarita!
Os manda un saludo afectuoso un hijo ausente que no os olvida.
Quizás todos deberíamos acudir ante su talla y fijarnos en su sonrisa y su mirada.
¡Y claro que Santa Margarita es mucho más!
Y de este abrazo devoto brota el camino del pueblo, camino nacido en la tradición, vivido en las alegrías y dirigido hacia luces de esperanza.
¡Cortijanos! Gritad conmigo
¡Viva Santa Margarita!
Os manda un saludo afectuoso un hijo ausente que no os olvida.