Llevo 40 años veraneando en Ezcaray, primero con mis padres y luego con mis hijos, que por lo que los veo llevan la misma trayectoria que yo, y sigo emocionandome cada vez que me tengo que marchar, al igual que los antiguos veraneantes que conocimos el pueblo con los riachuelos atravesandolos y con las ovejas obstaculizandote el paso. Ahora ya no es lo que era pero, en todos los antiguos sigue emocionandonos su recuerdo.